Gallade el invencible. Así podía llamarlo. Aquel pokémon que tantos estragos había causado en el equipo de Raine. Fuerte, resistente, y ante todo, con un vínculo inigualable. Tal era la fuerza de aquel pokémon que una vez cayó derrotado en la movida batalla, incluso con la poderosa bendición del Velo Sagrado, Dewgong se veía casi magullado por aquellos rápidos golpes. Tan pronto parecía que el golpe final de aquel Rayo Hielo sería el definitivo, cuando su entrenador decidió que aquel había sido el final del combate. Como si fuera aquella una batalla en la que pudiera perderse el honor. Pero sin duda, nada de ello se había perdido. Había sido un combatiente espléndido.

- Dicen que siempre… una retirada a tiempo es una victoria para el día siguiente. Tanto como en esos libros de historia de los que siempre se suele hacer alguna mención memorable. Tu pokémon es realmente fuerte, Auger. Buen trabajo con el entrenamiento. – Decidió hacer una breve pausa, mientras observaba a su retador y Dewgong nadaba alegremente por su piscina improvisada. Se le veía feliz, pues, aunque no era directamente una prohibición, jamás había disfrutado de su hábitat natural en la terraza. Buenas vistas y ahora… una piscina. Aquello sí que era memorable.

La joven líder de gimnasio pensó en todo por lo que había pasado Auger durante su transcurso. Quizá había tenido un par de problemas con Glaceon. Se podía ver a simple vista en el gesto del pokémon cuando denotaba molestia. Si bien, a pesar de todo, había superado todas las dificultades. Aquel entrenador disponía de un fuerte espíritu y unos ánimos inagotables, especialmente frente a las adversidades. Incluso si en ocasiones se abstraía y su mente se centraba en una sola tarea simultánea. Quizá su amor por los pokémon… provenía precisamente de aquel rasgo, aunque no lo comentó. Los líderes de gimnasio muchas veces no eran más que meros observadores.

- No tienes… por qué disculparte. – La chica desvió la mirada. Sabía lo que venía ahora. Su pokémon de fuego. Lo esperaba desde realmente pronto. ¿Quizá la decisión de Auger había sido que quedara para el final? Había consideración. Se preocupaba por sus miedos. Pero no era culpa del pokémon, ni del propio Auger. Era un problema que ella misma tenía que afrontar, antes o después. Si bien la primera vez había podido ser algo brusca… ¿podía prepararse para la segunda? No sabía hasta qué punto. Pero de todas formas no quería repetir su signo de debilidad, al menos no en aquel momento. - Que tus decisiones no duden, y el camino se abra ante ti. ¿No es eso lo que aprendiste en la prueba del Cuestionario de la Intuición? …Adelante. Estoy preparada para tu pokémon. – Realmente… ¿lo estaba?

El siguiente pokémon fue un Charizard. Una gran criatura ígnea de piel azabache, oscura como el ala de un Murkrow. Aquel pokémon que graznaba en las noches más oscuras, hogar de la niebla, el misterio, y la desesperación. Charizard… había tratado con uno muy especial antes. Pero ignoraba si se sentía preparada para este ejemplar, que definitivamente se veía distinto. Irradiaba un aura misteriosa, no podía leer el tipo de personalidad que tenía. Tan solo se mantuvo quieto, expectante. ¿Sería manso?

- M-muy bien… Entonces tendrá lugar el siguiente combate. E-el ganador decidirá si eres merecedor de la Medalla Copo de Nieve. – Añadió, aunque no con demasiada seguridad. Menos calma tuvo a continuación, cuando el inexpresivo Charizard comenzó a arrojar rápidas llamas bajo sí mismo. ¿Pretendía recortar el terreno que Dewgong podía recorrer? Incluso con sus eternas dudas, Raine no permitiría algo como aquello. Ya había… visto suficiente. Algo que su propio pokémon también debió notar, y se movió al unísono junto con sus palabras, en un hábil y veloz chapoteo. - ¡N-no dejes que supere tu castillo! ¡E-evapora su fuego! – Tartamudeaba, e incluso cerró los ojos con fuerza, intentando no ver aquellas delicadas llamas de colores rojizos.

Dewgong respondió con perspicacia y agilidad, y mantuvo a raya el movimiento. Aprovechó todo el agua del que disponía alrededor, arrojándola hacia arriba. Aquello era una repetición del movimiento Surf con el que habían comenzado. Pero aquello tan solo había sido su estrategia defensiva. Ahora, justo cuando Charizard se encontraba perplejo por haber perdido la fuerza de su movimiento, era cuando la ofensiva debía tener lugar.

- D-deja claro tu territorio… ¡Eleva tu castillo hacia el cielo! ¡Cascada! ¡Muestra la belleza que solo tú sabes ofrecer! – Su seguridad aumentaba, a medida que el agua ganaba terreno al fuego. ¿No era así como debían batallar? Moviendo la pelea hasta su propio elemento? Si conseguía aumentar la humedad del ambiente, mejor sería el resultado de sus movimientos de hielo. Aquellos fueron sus pensamientos, al mismo momento que un gran chorro de agua se elevaba hacia el pokémon de fuego, buscando empaparlo y hacerlo bajar de su vuelo rápido.

Una nueva silueta ígnea se convertía en los nuevos temores de Raine. Dominante. Esplendoroso… Y temible como un villano de brillante y oscuro color negro. Era imposible mirarlo. Como si fuera un guardián horrible de alas desplegadas que se alzaba en el cielo y traía consigo… miedo. Y muchas llamas. No se parecía en nada al Charizard al que estaba acostumbrada. Bien porque ese otro se dejaba tocar, o bien porque al que ahora mismo enfrentaba parecía mucho más fiero en batalla. No podía mirarlo. De verdad que no podía. Pero las cosas habían cambiado. Si se mantenía lejos del objetivo de las llamas… aquello no ocurriría de nuevo, ¿verdad?

- B-bloquea sus movimientos… N-no dejes que se mueva demasiado… – Aquello casi parecía un susurro, con la poca y sutil vida que aquella frase llevaba. Intentaba recuperar sus fuerzas. Aunque no era fácil, pues aquel Charizard ya por sí solo hacía que un escalofrío recorriera su cuerpo con cada movimiento.

Dewgong comprendió sus palabras a la perfección. Sabía lo que su entrenadora deseaba, y llevó a la práctica cada uno de sus movimientos. Tan solo tenía que intentar evitar que Charizard dominara su mitad del campo. En primer lugar, tan pronto como el sol comenzó a relucir con fuerza, consiguiendo elevar la temperatura del terreno, fue contrarrestado con velocidad por un rápido Danza Lluvia. En aquel momento, pesadas gotas de agua fría caían, como astros en una lluvia de estrellas en una noche hermosa, provocando oscilaciones en la superficie inundada de la que ahora se componía el gimnasio.

- C-creo que no fue una gran idea… – Musitó, rememorando las palabras que había dicho hacía un instante. El silencio en su parte del campo era bastante obvio. Pero lo asimiló como concentración en el combate, así como la belleza del agua. Dewgong nadó hasta localizarse frente al gran e imponente Charizard, y levantó un gran muro de agua cuando éste realizó su movimiento ígneo. Salió dañado en el proceso, pero evitó que su entrenadora viera directamente el mar de llamas, y tan solo pudiera observarse una translúcida superficie que apenas se había iluminado en rojo fuego. Su miedo no desapareció por ello, pero pudo verse reducido frente a lo que pudo haber sido. - Ahora… ¡Álzate d-de nuevo hacia el cielo y dibuja tu sombra allí mismo! – Añadió, viendo el entusiasmo que Dewgong ponía en el combate. Aquello no solo la calmaba, sino que pensaba que debía estar a la altura de lo que su propio compañero podía hacer. Ella podía hacerlo.

El pokémon de agua saltó en el aire, como una gran criatura marina que abandona el agua para ver el amplio océano. Su piel, ahora enrayada debido a las sombras que provocaba el preparado techo, relucía con las llamas del oponente que tenía delante. Sus ojos denotaban decisión. No iba a echarse atrás por algo como aquello, y tenía intenciones de derrotarlo. Más valor que el que su entrenadora jamás tendría, frente a movimientos como aquellos.

- I-Iniciemos el concierto de las profundidades… ¡C-canto helado! ¡Convierte esta lluvia en una ilusión! – A continuación, el canto melodioso de Dewgong fue combinado con aquella casi mágica precipitación. El sonido alcanzaba cada rincón de la sala, provocando un eclipse de sensaciones como jamás se había visto en el gimnasio de Glacius Town.

Primero sonaba plácidamente, como la primera brisa de la mañana. Suave, tranquila y acompañada del silencio de las pocas gotas de agua sobre la superficie de la tierra. Sin embargo, aquello se tornó en un movimiento ofensivo, volviéndose más estridente, helado como las montañas. Simulando un sinfín de estalactitas cayendo sobre un río que ha congelado su caudal. Un sonido fuerte, casi molesto para el oído humano, en forma de ataque auditivo sin precedentes. Raine no tenía un plan. Pero su pokémon sí parecía tenerlo, y aquella sorpresa sonora era tan solo… el principio de un combate que iba acercándose a su final.

El momento de la decisión. ¿Así podía llamarlo? Ese momento en el que el tiempo se detiene, como si el reloj de arena del destino hubiera quedado atascado. Y la arena no caía. Ojalá fuera arena. Pero no. Era fuego todo lo que veía. Podía decirse que la chica seguía en pie solo porque Dewgong detenía su campo de visión, y lo convertía en elevados muros de agua que caían como una gran cascada en una fuente intacta y hermosa. Aquellas fuentes que pudieron haber creado los ancestros de las personas que habitaban en la región de Ysiel. El combate que se estaba dando en aquel gimnasio pronto llegaría a su fin.

- E-estás equivocado, Auger. La valía… no es lo que se demuestra en los combates de gimnasio. N-no es lo que quiero enseñar aquí. Tu pokémon p-puede ser como es… Pero siento que no acabas de… aprender el punto. Quizá te queda camino por delante. Q-quizá no es algo que aprendas hoy… Pero con el tiempo… – ¿Se rendía? Quizá en parte. Aquella no era la visión que tenía junto a sus pokémon. ¿Qué importaba que fueran fuertes, o débiles? ¡No! ¡Aquel era un error! Se podía ser fuerte, incluso Dewgong podía caer derrotado en aquel combate. Pero su ideología… la que el chico traía… ¿estaba equivocada? ¿Qué importaba ser fuerte? Incluso en la derrota, los pokémon y los humanos crecen juntos. Eso es todo lo que debería importarle.

Por otro lado, sus últimas palabras la hicieron pensar. ¿Le hubiera gustado más su Charizard cuando era un Charmander? Sus palabras no habían quedado claras del todo, pero en cierto modo, y de la misma forma que todas las personas con una fobia se sentían incomprendidas… ella también se sentía incomprendida en aquel momento. Ella no odiaba a Charizard. Ella no odiaba el fuego. ¿Por qué todo el mundo se hacía la idea equivocada? Ella… temía al fuego. Sus llamas incesantes. Abrasadoras. Como una segunda piel que quema las entrañas y solo puede… traer sufrimiento. Como el de aquellos pokémon en la Torre Quemada. ¿Por qué la llamaba así? La gente había comenzado a llamarla así… pero para ella siempre sería la hermosa Torre Latón. Tan brillante. Y con tantas leyendas. Recuerdos de una vida pasada de la que… solo quedaban cenizas.

- L-levanta otro muro acuático, Dewgong… H-haz que se aleje. ¡Detenlo! – Elevó la voz en sus últimas palabras. Su semblante era… triste en parte. Quizá sentía un choque de emociones tras librar un combate que tanto fuego traía consigo. Unos recuerdos que nunca se irían, por muchas batallas que librase. Sus palabras trajeron consigo otra cortina de agua vertical, mientras Dewgong se preparaba para el movimiento ofensivo de su ígneo oponente.

No veía demasiada luz con aquel combate. Se sentía fuera de sí desde que había comenzado. Todo porque… No estaba para nada concentrada. Si tan solo lo estuviera, sus pokémon no habrían tenido tantos problemas para oponerse a rivales tan dignos. ¿Dignos? Quizá no podía describirlos del todo. El final estaba cerca. Y ella lo sabía. Quizá solo por aquello no debía… localizar de nuevo su fuente de sufrimiento en sus recuerdos. Obsesión. Demasiada obsesión.

- ¡Buceo! ¡Desaparece d-de su campo de visión! ¡A-atraviesa toda realidad y acaba esto con Rayo Aurora! – Añadió, con pocas palabras. No se sentía demasiado animada tras el combate, y era normal. No había hecho más que temer, temer y temer. ¿No era momento para terminarlo? Sentía que aquel sería el último movimiento de Dewgong. Pero estaba lista, y confiaba plenamente en su pokémon. Se ganarían todos un grandioso baño de burbujas. Un descanso que quizá pudiera alejar todas aquellas preocupaciones suyas, así como relajar los músculos tras el combate. ¿En cuanto al retador? Quería seguir observando a Auger hasta el final. Quizá sus ideas podían estar equivocadas. No pensaba que fuera egoísta pensar así. De hecho… en aquel momento no es que la líder de gimnasio de Glacius Town, Raine Liza, pudiera pensar demasiado.

Dejó que la brisa que recorría gélidamente el gimnasio la despeinara un poco con fuerza. Todo aquello probablemente provenía del batir de alas de Charizard, que agitaba tanto el viento como el agua. Lo pensó una vez más, y se vio reflejado en la lentitud de los movimientos de Dewgong. El final estaba cerca.

No, no y no. ¿Qué clase de visión podía llegar a tener? No estaba conforme. Para nada, con lo que estaba ocurriendo. No era sino un error. ¿Las pruebas no habían sido suficientes? ¿Debía tener esa visión de futuro? ¿Tan solo… ser fuerte era lo que los entrenadores intentaban demostrar? No. No se trataba de eso. Tan pronto como la siguiente oleada de fuego iba a inundar las salas de su gimnasio, una vez más, decidió alzar el brazo en alto, con la pokéball de Dewgong en mano. El combate había terminado para ella. Y para Dewgong también. El bello ejemplar de hielo, a pesar de haber enfrentado con valentía y tener aún energía para continuar un poco más, no daba más de sí. Era Raine la que quería dar fin al combate.

- Es suficiente. – La voz de Raine sonaba profunda. Aunque calmada. No quería un final como aquel. Si tan solo seguía viendo la intensidad del combate, como si aquella fuera una vulgar lucha callejera… ¿de qué servía? El agua prácticamente se había evaporado mediante aquel movimiento que no deseaba ver cómo terminaba. El combate de gimnasio había terminado. ¿Estaba todo bien así?

Comenzó a descender hasta volver al suelo, lentamente, con cuidado. No es como si fuera a resbalarse, tan acostumbrada como estaba. Estaba molesta. Casi enfadada. ¿La fuerza lo era todo? ¿El objetivo de los encuentros de gimnasio era hacer combatir a los pokémon sin cesar, hasta que éstos cayeran del agotamiento? Estaba algo cansada de toda aquella situación. Esperaba encontrar algo de luz al final de aquel túnel de sentimientos apagados hacia el cual no estaba para nada de acuerdo. El fuego había cedido, aunque aún sentía que quería… compartir su opinión.

- Debo… dar la enhorabuena por tu representación de fuerza. Ha sido todo un espectáculo. – ¿Mentía? ¿Realmente debía alegrarse por ello? La entristecía en parte, y no podía sonreír. Primero estaba su miedo, que la había estado atormentando sin piedad desde que ese pokémon de fuego había entrado al terreno de combate. - ¿Puedo hacerte unas preguntas antes de que nuestro encuentro pueda darse por finalizado? – Quizá y… con el final del combate, cabía algo de esperanza. Y probablemente lo único que su oponente conseguía era abstraerse por completo mientras su compañero combatía. ¿Quizá se trataba de eso?

Se tomó su tiempo, hasta colocarse en el centro de la pista helada, como una figura solitaria que abandona atrás sus pensamientos, y allí esperó, hasta que su contrincante, aquel al que debía entregar su medalla, se posicionara frente a ella. Su gesto permanecía serio, y mantenía los ojos cerrados, hasta que el otro se acercara un poco más, y acabase sus… celebraciones.

- Quizá reconozcas mis palabras, pues ya he planteado algo similar antes. ¿Qué significan para ti los combates? ¿Qué te motiva para alcanzar tu meta? ¿Qué significan para ti los compañeros que viajan contigo, dándolo todo en un combate, por ti, por tus sueños? – Las preguntas se repitieron en menor tono en la amplia sala, debido al eco que se disfrutaba en aquella habitación, digna de la acústica de un gran teatro, que tras el combate había quedado alterada y cuya perfección había sido arrebatada. - Durante tus pruebas, hubo ciertas palabras que me llamaron la atención. Eran las siguientes: “Para mí, combatir, tener duelos, significa crear y fortalecer los lazos con mis pokémon”. Eso fue exactamente lo que contestaste. El vínculo con tus pokémon es fuerte. Los cuidas, y ellos te cuidan. – Recordaba aquellas palabras como si las acabara de escuchar instantes antes. El sueño de todo entrenador: Comprender a sus pokémon. - Tienes una gran inspiración que te anima a cumplir tu meta. Entonces… ¿qué es lo que te ciega exactamente? ¿Por qué? ¡¿Acaso no estás viendo qué es lo incorrecto de tus actos?! – Aquellas últimas palabras salieron con mayor intensidad. ¿Es que el chico no comprendía que había algo más allá de los combates? ¿Que los combates no eran más que una herramienta, pero no se debían olvidar los ideales que realmente se perseguían? ¿No tenía ni un poco de tacto al hacer las cosas? ¿Aún sabiendo de su fobia, tenía que seguir arrojando sus movimientos, uno tras otro, sin tener en cuenta sus esfuerzos por mantenerse en pie? ¿Tanto le importaba el combate… que no tuvo en cuenta sus constantes tartamudeos, dudas, reclamos…?

Más que angustiada estaba… molesta. Esperaba una excusa. Algún tipo de reflexión por parte de su retador. O como mínimo una excusa para su más que obvia ceguera ante la situación en la que se encontraban. Algo que le hiciera ver que era merecedor de seguir adelante. Incluso cuando todos los retos habían terminado, tan solo ella decidiría si éste era merecedor de la medalla que portaba. Tenía que ganarse ese derecho.

Respiraba, lenta y profundamente, a medida que calmaba su propio ser. Debía mantener las formas como líder de gimnasio, pero aquella situación… Seguía incómoda, y mucho. Hacía mucho tiempo que no debía enfrentar de forma tan directa y brusca al fuego, y menos de manera tan constante. Aquello la hacía regocijarse en lo más profundo de su interior, abrazando lo que la mantenía cuerda: Toda la ayuda que a lo largo de su vida había recibido para superar todo aquello… aún sin resultado. Pero aquel sentimiento seguía allí.

- … – Se lo planteó. ¿Su retador quizá se sentía igual que ella? No… Era particular de las personas que sufrían de una fobia, el hecho de sentirse incomprendidos del mundo y pensar que su problema era único. No exactamente como llamada de atención. Raine no aprovechaba su fobia para ello. Generalmente la ocultaba, excepto si se volvía algo muy obvio o ganaba confianza con alguien lo suficiente como para compartirlo. Aquel día, sin embargo… jamás había evocado tal cantidad de sentimientos entrecruzados. Primeramente, no solo por haber enfrentado sus miedos de esa forma… sino tan constantemente como en aquel combate.

Aún mantenía los ojos cerrados. Había algo más que cruzaba su mente. Notó la poco agua que quedaba en el suelo. Prácticamente toda había sido evaporada por aquel rival al que habían enfrentado. Tal fue su sorpresa, que tras el enorme monólogo de la chica, no esperaba una respuesta tan directa. Finalmente abrió los ojos, solo para vislumbrar al muchacho que tenía delante. No la miraba. Más bien, evadía su mirada.

- Que estuviera lista no quería decir que… – Cerró los ojos nuevamente. Buscaba las palabras adecuadas, pero no las encontraba. Tan solo… el silencio fue lo que invadió aquella sala en aquel momento. Se inclinó un poco, y recogió a un pequeño Smoochum que correteaba alrededor. Era el momento, ¿no? - Diría que no tiene importancia… Pero aunque la tenga, comprendo lo que es dejarse llevar por la inmensidad del combate. – No es que estuviera demasiado de acuerdo con aquellas palabras. Su lección… aún no había terminado. Había algo más que quería decir. - Nuestros compañeros pokémon, en mayor o menor medida, también aprenden cosas de nosotros. Dejarnos llevar es un error fatal. La fuerza no lo es todo, Auger. Espero que una vez abandones la falda de Cumbre Nevada… mantengas mis palabras en mente. – No podía evitarlo. Aquello sonaba como una llamada de atención. Pero si ella debía juzgarlo, si ella debía hacer todo aquello… quería hacerlo bien. Quería que el entrenador tuviera unos recuerdos memorables.

- Ese… Charizard es un gran ejemplar. Ya he tratado con esa especie en diversas ocasiones. Quizá… no acabo de acostumbrarme del todo. – Inundada por los recuerdos, dejó salir una sonrisa triste. Era incapaz de controlarse. Su retador tan solo había buscado compartir su visión del mundo con ella. A pesar de todo, seguía sin estar demasiado de acuerdo con él. - No todo es la fortaleza. ¡Debes mantener eso en la cabeza! ¿Qué pensarán tus pokémon si lo único que buscas es la victoria, sobre todo lo demás? – Aún se alteraba un poco. No acababa de comprenderlo… ni lo comprendería. Pero aquel chico estaba lejos de parecerse a… aquella organización. El Team Genesis. Ni punto de comparación. Ni siquiera sabía por qué había acabado pensando en aquello, tan de repente.

- Las disculpas… no son necesarias. Hemos recorrido nuestro camino hasta aquí. – No opinaba aquello, realmente. Para ella sí eran necesarias. Pero aquella disculpa rebosaba sinceridad. Era justo lo que necesitaba ver. Seguía molesta, incluso si la gran parte de sus temores estaban ya desapareciendo, incluso si la sombra del terror seguía marcada en su retina… Se encontraba mejor. - Vamos a olvidar lo que ha ocurrido aquí hoy. También hay algo que temes. Y puedes encontrar algo en tu pasado que te tortura. Pero hoy… podrás celebrarlo. Una victoria sin precedentes. Yo te concedo la prueba de haber superado al frío que se esconde en los rincones de este gimnasio. Ah, pero antes… – Hizo una señal con un rápido y sonoro chasquido de dedos, y tres grandes sombras se acercaron a grandes zancadas. ¿Acaso no se podía esperar la sorpresa final?

- Los hermanos estrategas se han encargado de que nuestro amiguito no tuviera frío. Este no es su clima, para nada. Pero incluso así... Es momento de un reencuentro. – Una pequeña Snover y un imponente Abomasnow eran los guardaespaldas de Grotle, el pokémon que Auger había dejado atrás. - Me disculpo por haberlo alejado de tu lado. Estaba deseoso de volver contigo. Pero un entrenador siempre crece cuando se da cuenta de que ha perdido a un compañero importante. Esa será mi última enseñanza.

- Demos paso al último trámite entonces. Como miembro portavoz de los jueces de la Liga Pokémon de Ysiel, yo, Raine Liza, hago entrega de esta medalla de gimnasio al retador que tengo delante de mí durante esta glamurosa tarde. – Levantó el brillante objeto, que relucía como si no hubiera joya igual en todo el mundo. Una gema que casi parecía hecha de hielo puro y reciente, casi recién forjado. - La medalla Copo de Nieve es tuya. Felicidades. – Y no solo extendió la mano. Solo quizá… Esperaba alguna pregunta más antes de marcharse. ¿Acaso no era lo que todo entrenador se planteaba una vez había comenzado el viaje?