Era una noche oscura, donde la niebla era dueño del espacio donde caminaba, o al menos así iniciaba cada historia de terror que conocía —y odiaba, maldita sea, la atemorizaban— y aquello no le agradaba nada porque así estaba siendo realmente. Cada paso se hacía menos claro que el otro, apenas y podía ver que había enfrente de ella, ¡ni pensar en las veces que chocó contra un árbol lastimándose la frente o la nariz! Le encantaría decir que estaba bien y tranquila, que Tenebris Town había sido como un día en el parque de Somnium, pero sabía que se estaría mintiendo a ella misma. La ciudad fue una terrible experiencia donde se había encontrado con pokémon fantasma que gustaban de hacer bromas a turistas y más cuando eran asustadizos, como Emmy.

La gente no había sido nada agradable con ella, ¡hasta se burlaban de que quisiera ganarle al líder! ¡¿Cómo se atrevieron?! Le hicieron dar vueltas durante todo el día, gastándola en espíritu —y dinero—, sus preguntas eran dejadas al aire o con respuestas bastante más ambiguas, unas ofensivas como aquel jovencito que le había dicho que una mimada y malcriada como ella no podría contra el nuevo líder. ¡Emmy no era una chiquilla tonta ni mimada! Bueno, un poco mimada nada más. Ni siquiera había sido grosera, le había dicho eso con sólo observarle de arriba a abajo. Y no podemos pasar por alto aquellos sujetos —¡y mujeres!— que quisieron pasarse de listos con ella.

Soltó un suspiro cuando finalmente una anciana se apiadó y le dijo que ella misma tenía que buscar el lugar de encuentro pero primero debía pasar por aquel bosque en busca de una cabaña. Salió del pueblo en dirección donde le habían informado pero mientras más se adentraba más ambiguo se hacía el camino, la niebla era más espesa, lo suficiente como para que no pudiera ver casi ni sus manos. Pero entre ratos podía ver figuras ahí, viéndole pero se juraba que era su imaginación.

—¿Q-Quién eres? —preguntó cuando volvió a distinguir una figura de una persona demasiado alta como para existir, podría calcular más de 1.95m y no estaba loca. Tan sólo vio como se inclinaba pero seguía sin acercarse lo suficiente y luego una risa llenó el lugar, la mano del sujeto se extendió hacia ella y, con el corazón en la garganta, gritó y huyó de ahí.

No sabía ya en dónde estaba, no podía ubicarse y aquello le atemorizó. Escuchaba voces a lo lejos, pequeñas risitas, susurros vacilantes, y fue cuando no pudo más y sacó la pokéball de Cane. Su majestuosa figura salió pero casi no podía verle, tan sólo acarició su pelaje abrazándole mientras temblaba. Se subió en él, sintiéndose más segura y avanzaron poco a poco, tanteando el terreno, el pokémon sabía que no podía correr sin el riesgo de chocar o salir del bosque y nunca encontrar el lugar. Otra silueta apareció frente a ellos, uno que parecía ser otro perro gigante y empezó a caminar con firmeza, con una caricia en la cabeza de Arcanine le siguieron.

Llegaron a una cabaña... ¡como le había dicho la señora! Emmy se bajó de su pokémon y cuando estuvo dispuesta a agradecer a su guía, desapareció sin dejar rastro, su mano empezó a temblar de nuevo pero Cane lo captó acercándose a ella para tranquilizarle, su mirada fue hacia la casa que parecía abandonada. Y, de nuevo, había otra silueta allí, pero ésta no se parecía a las demás, las cuales parecían trasparentes, no, ésa era más... ¿etérea era la palabra? ¿Más sólida, quizá?

—...¿Nathaniel? —preguntó al acercarse lo suficiente como para reconocer aquella cabellera—. ¿Viniste también a retar? —pero el gritó la espantó haciendo que retrocediera hasta chocar con Arcanine—, ¡¿qué te pasa?! Estás loco, ¿por qué gritas?