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'Combate' :

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'Combate' :

Los ataques de ambos fantasmas habían sido interceptados perfectamente, a la vez que devolvieron una serie de potentes contramedidas contra los mismos, haciendo que retrocedieran furiosamente, perdiendo terreno a una velocidad alarmante. El ataque recibido por Gengar fue particularmente poderoso, por lo que el líder entró en duda con lo que había pasado. Sus orbes grisáceos se posaron nuevamente en Emmy, quién hacía uso de las Arcanas como si fuesen una extensión de su ser… Pues eso eran, una manifestación del poder de su alma. Alrededor de la nombrada pudo divisar un aura azulada, como si fuesen llamas espectrales que se iban deshaciendo en el aire.

-Ese fue un golpe duro.- No sabía si reír por las vueltas que se estaban dando en el combate, o ponerse firme y serio por estar perdiendo las de ganar así como así. Había entrado en una encrucijada, una contradicción entre lo que sentía como entrenador y lo que debía hacer como líder de fantasma. ¿Estaba bien encariñarse con sus retadores en tan poco tiempo? ¿Era lo correcto? Estaba segundo que saber la respuesta a sus dudas solo terminaría por afligirlo aún más de lo que ya estaba. No podía seguir, no quería hacerlo… Sin embargo, era lo único que debía hacer.

-Como era de esperarse…- Una gran sonrisa ocupó su rostro, mientras dejaba que sus pensamientos fluyeran, desaparecieran de su mente. Dusknoir y Gengar volvieron a ponerse de pie, con este último sumamente herido y al borde del colapso. ¡Vaya que le habían hecho un gran daño! Aunque se notaba adolorido, aquella sonrisa burlona no se esfumó de su rostro, haciendo muecas burlonas, señas provocadoras y emitiendo risas tenebrosas. Dusknoir estaba más tranquilo, calmado, mientras su único ojo se enfocaba en la figura de Greninja, con cierta furia en su ser. Parecía que las cosas estaban próximas a terminarse.

-Aquellas chispas iluminan con intensidad en los momentos de más necesidad.- Sus palabras eran una clara referencia a las tres pruebas que debieron afrontar los retadores para llegar hasta él, por las cuales había sido catalogado de loco, demente, y vaya a saber que otro título más. Aunque le importaba lo que pudieran pensar de él, a sabiendas de lo dolorido que podría quedar por esto, fue por decisión propia que había llevado todo eso a cabo. -¿Serán capaces de iluminar un poco más en esta oscuridad? ¿O será que las sombras hará de las suyas y los consumirá?- Una última vez, si, era todo lo que necesitaba para darles un empujón más hacía la victoria.

-¡Bola Sombra!- Ni siquiera pensó en una estrategia a seguir cuando dio su indicación. La orden se presentó fugazmente en su cabeza, dejando que las cosas siguieran su curso natural. Claro estaba que, por más suicida que fuese la orden impartida, sus Pokémon las acatarían sin rechistar, lanzando aquellas bolas de energía oscura.

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Los veía de las manos, apegados, unidos. Aquel vínculo era lo necesario como para poder hacerle sombra, como para derrotarlo. Sin embargo… ¿Estarían a la altura de tal hazaña? Yuto no se consideraba superior a otros en lo que respecta a habilidades de combate o incluso en estrategias elaboradas. Sentía, como muchos otros entrenadores habidos y por haber, que su relación con sus Pokémon, la sincronización de sus deseos y esperanzas serían la clave para atravesar cualquier piedra que pudiera aparecer en el camino. ¡Claro! Ese era uno de los motivos detrás de todo eso, de todas las locuras, de todas las peripecias por las que ambos habían atravesado. De no haber sido por sus compañeros, tampoco habrían llegado hasta este punto. La unión era vital.

La sonrisa en el rostro del líder no se borraría, ni siquiera cuando sus propios Pokémon fueron objetivo de poderosos ataques que los dejaron nuevamente al borde de la derrota. Gengar era el que estaba mucho más débil de la pareja de fantasmas, aunque era el que más parecía divertirse. Su sonrisa se acrecentó y su mirada se afiló, dándole un aspecto igual de tenebroso e imponente como el de Dusknoir, quién mantenía una postura erguida, impasible, como si se tratara de una columna que debía soportar el peso de todo un techo.

-Los debo felicitar de nuevo por haber llegado hasta este punto.- La voz serena del líder se hizo presente una vez más, una vez que las vibraciones debajo de ellos se detuviera por unos momentos. –Tienen talento e instinto, cosas vitales para un entrenador.- Dio un mísero paso y luego otro, deteniéndose justo sobre una grieta, lo que terminó por desmoronar una parte del campo de batalla delante de él, dejando un agujero de pocas dimensiones a escasos centímetros de su persona. –Como verán, el campo de batalla no durará por mucho tiempo más, y nuestros Pokémon están al borde del límite. Así que…-

Una pausa pronunciada precedió el ansiado contrataque de sus compañeros. Los puños diestros de ambas creaturas de tenebrosa presencia se vieron envueltos en auras eléctricas, aumentando la presión del lugar. –Hagamos de esto un recuerdo memorable, ¿si?- Genuina era la felicidad que lo recorría, pura era sus ansias de seguir, aunque sabía que no podía ser posible. Como líder del tipo fantasma, entendía, comprendía y apreciaba la finitud de las cosas. -¡Una vez más! ¡Vayan!- En silencio asintieron sus Pokémon, lanzándose en picada con sus Puño Trueno en alto, con todo por ganar… y nada por perder.

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El cuerpo de Emmy se vio envuelto en unas llamas azules, las cuales comenzaron a deshacerse en el aire, consumiendo su mera existencia en el proceso. No era de extrañar que el retador restante se viera sorprendido, quizá enojado, por tal efecto, pero era parte de las condiciones de enfrentarse en aquel lugar. Cualquier persona que no fuese a combatir no tenía derecho alguno a tener un pie ahí, aunque esto sonara completamente arbitrario y vil. Ampharos también se vio cubierto por tales llamaradas, haciendo de su existencia meros destellos en el viento que terminaron por desaparecer en segundos. Vaya que era raro estar en aquel lugar.

Nuevas campanadas resonaron en el lugar, en lo que Yuto regresaba a Gengar a su Pokeball, dándole un último descanso a su Pokémon. La luna volvió a hacerse presente en el lugar, dando a notar las diversas grietas que adornaban el lugar, y los agujeros que comenzaban a aparecer más frecuentemente. Si, exactamente, el suelo comenzó a hundirse, desprendiéndose en pequeños trozos a niveles inferiores, aumentando la brecha entre ambos individuos que no tardarían en correr la misma suerte que el suelo debajo de sí mismos. El muchacho de cabellos rebeldes temía por el mar de insultos que estaba por caerle, aunque ya no podía controlar ese lugar. Tanto él, como los retadores, era un mero jugador en un juego mucho más grande.

Dusknoir retrocedió unos cuantos metros, entre jadeos y rugidos. Le estaba costando mantener su postura serena ante tan grande oponente. Su puño se vio envuelto en una gran llamarada, mientras la boca en el centro de su barriga se abría de par en par, dejando salir un aullido tenebroso, fantasmagórico, casi infernal. Yuto sabía lo que eso significaba, era la señal de que todo estaba por irse al diablo, y quién sabe cómo terminaría todo. Mas no podía detener el reto, solo quedaba proseguir hasta el final.

-¡Ve Dusknoir!- Tratando de recomponerse entre tantos temblores, Yuto lanzó un golpe al aire, imitando el ataque que estaba por realizar su Pokémon. -¡Usa Puño Fuego!- No era necesario que se lo indicara pero así lo hizo, y el fantasma no se hizo esperar, lanzándose una vez más como una bola oscura llena de ira contra la rana ninja azul.

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-Claro que hay una explicación para esto, retador.- Contestó, sereno, en absoluta paz, considerando las condiciones en las que se encontraba tanto él como su compañero peleador. Usualmente tranquilo, impasible, inalterable, ahora Dusknoir estaba hecho el más temible de los combatientes, tomando una apariencia mucho más aterradora de lo usual. No por nada le decían el tirano, pues su carácter era similar al de uno cuando entraba en esos ataques de furia poco usuales en él. Sin embargo, no importaba todo el enojo del mundo si no se podía hacer nada al respecto con la misma, y eso fue lo que pasó: La niebla se hizo presente en el lugar, impidiéndole al fantasma el poder visualizar a su objetivo, acabar con su oponente.

El control es vital en una batalla, y era algo que Dusknoir carecía en ese preciso momento. Aunque su entrenador había logrado prever tal acción, nada pudo hacer para advertirle a su Pokémon. Finalmente, desde que había iniciado el combate, tenía las de perder. No, claro que no… Iba a perder, eso era un hecho innegable. ¿Valía la pena seguir prolongado lo inevitable, alargando el enojo del retador restante? Ciertamente no, tampoco lo veía necesario. Lamentablemente, aún faltaba algo…

Dusknoir recibió el ataque de lleno, acabando con la fuerza que le restaba. Su forma física no se mantuvo mucho tiempo más, siendo regresado a su objeto esférico bicolor correspondiente. –Bien hecho campeón.- Sus palabras irían dirigidas directamente en un susurro a la Pokeball que pasaría a reposar una vez más en su cintura. Suspiró, dejando salir los nervios que habían estado acechándolo durante mucho tiempo. Lo peor ya había pasado. –Felicidades Nathaniel, me has vencido, has pasado por todos los retos. Sin embargo…- La imagen de Emmy se formó a un lado del entrenador, envuelta en las mismas llamas que la habían consumido en un principio. Si que aquel gimnasio tenía una relación particular con las llamaras azules. –Para ella aún no ha terminado. Tienes una opción para terminar las cosas en su lugar pero…-

-Si, creo que ya lo había dicho. Sobran las palabras.- Hubo un momento de silencio antes de proceder con su accionar, esbozando una sonrisa de lado. Dejó salir nuevamente a Gengar, quién no estaba en las mejores condiciones. De hecho, con un mero soplido podrían acabar con lo que quedaba de él. –No te puedo pedir nada más, Gengar. Estoy complacido.- Lo estaba, claro que lo estaba. Había puesto todo de si por los designios de un niño con un título más grande de lo que podría soportar jamás. Para él, para su líder, ya eran los ganadores. –¡Bola Sombra!-

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Las vibraciones de la torre se hicieron más insistentes cuando el combate llegó a su fin, desprendiéndose grandes pedazos de su estructura para perderse en la eterna oscuridad. Las campanadas volvieron a hacerse presente, más insistentes e irregulares que lo que podrían haber sido en algún momento. Se podía oír debajo de ellos rugidos llenos de agonía, sumado al sonido de la destrucción de rocas, metales, e incluso el mármol mismo. Yuto lo había dicho en su momento: Tartarus, aquella magnanime construcción salida de las peores pesadillas, había perdido su propósito. Lo obvio era que terminara desapareciendo de la forma más alarmante posible, con líder de gimnasio y retador aún en lo alto de la misma. La caída no sería para nada lindo…

Nunca llegaron a la profundidad del abismo. De hecho, nunca hubo abismo. Las tres personas se encontraban sanas y salvas dentro de una cabaña antigua, algo descuidada, pero en buenas condiciones dentro de lo que podría esperarse. Las tres personas ocupaban unos asientos de madera alrededor de una mesa del mismo material. Delante de ellos, sobre unos manteles, descansaban tazas con un líquido oscuro del que salía vapor. Un café recién hecho, acompañado por galletas de diversos tamaños y colores, acomodadas sobre tres bandejas dispersas a lo largo de la mesa.

-Lamento… Bueno, la locura de las pruebas.- La máscara de líder de gimnasio se había hecho a un lado, dejando detrás la verdadera esencia de quién ostentaba tal cargo: un niño en el cuerpo de un adulto, algo tímido con otros humanos, principalmente con los del sexo opuesto, introvertido en gran medida, pero de gran corazón. Sus palabras fueron pronunciadas en un tono bajo, casi como si se tratara de un susurro, ahogado en un corto sorbo de su café. –Mi nombre es Yuto, como ya lo saben, y soy el líder de gimnasio de Tenebris Town, cosa que también saben.- Suspiró, ladeando su cabeza de lado a lado con notoria resignación.

En un intento desesperado para calmar a su entrenador, todos los fantasmas en su posesión se hicieron presentes; Gengar, Dusknoir, Aegislash, Chandelure, Froslass, Gourgeist, Trevenant, Spiritomb y Honedge danzaron alrededor de la mesa, con sonrisas en su rostro, intentando sacarle una sonrisa al muchacho de rebeldes cabellos e inocente existencia. –Gracias, gracias, ya pueden parar.- El objetivo había sido cumplido, sacándole una sonrisa y una risa por lo bajo, mientras la ahogaba nuevamente en el café. Los aires se habían calmado finalmente.

-Como dije, nunca estuvieron en peligro real, y ya pagué por eso.- Sus orbes se posaron intensamente en Nathaniel, en referencia al golpe que había recibido directamente en su rostro. Aún tenía esa sensación grabada a flor de piel, y era porque había sido real. Todo, desde que llegaron a la cúspide de aquella torre y derrotaron a Nyx había sido real. –Y tampoco era necesario que siguieras donde ella lo dejó, la medalla ya le pertenecía por derecho cuando se sacrificó por ti.- Su diestra se levantó hasta la altura del rostro de los tres, donde se formó una carta del Tarot, The Lovers Arcana. –Desde el momento en el que usó esta carta, ya había ganado… Al menos para mí lo había hecho.-

-El objetivo de las pruebas era que comprendieran lo efímera que es la vida, y que hicieran algo al respecto que valiera la pena.- Aquella carta flotante se consumió en el aire, quedando meros vestigios de polvo azulado, desapareciendo al instante. A continuación, a un lado de las tazas de café de cada retador, The Fool Arcana se hizo presente, aunque su forma poco a poco comenzó a cambiar, a transmutar en otra cosa. –No tengo ninguna queja con respecto a ustedes. Eran todo lo que esperaba y más. No me queda más que felicitarlos por tal proeza.- La transformación finalmente se detuvo, adquiriendo la forma de un objeto pequeño, con una esfera violácea en su centro y dos tentáculos a cada lado. Bella en cierto modo, aunque repulsiva en otras.

-La medalla espíritu es toda suya.- Había improvisado el nombre en el momento, pues no lo había pensado hasta ese momento. Creyó que le quedaba perfecta, aunque bien sabía que sus ideas para nombrar cosas, como su gusto para la moda, eran bastante erróneos. Los fantasmas presentes comenzaron a aplaudir con mayor o menor emoción. Froslass puntualmente le dedicó una mirada gélida al entrenador de Greninja, como si estuviese por saltarle a la yugular… Para finalmente sonreír, haciendo una reverencia ante este. Lo había reconocido como adversario digno, y eso no era algo que se pudiera decir muy seguido. –Pueden descansar en este lugar el tiempo que quieran, hay muchos dulces guardados. Siempre serán bienvenidos y…- Pausa dramática. Le encantaba hacerlo para acentuar las cosas importantes. –Espero verlos en la cima algún día.-

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