La doncella se arrodilló junto al joven y posó la mirada en su pecho, cubierto por aquella capa, antes de alzar la vista. Parecía visiblemente incómodo, pero al mismo tiempo parecía estar sufriendo.

Así pues, decidió que lo trataría como a un pokémon herido y asustado. Dejó las manos sobre su propio regazo, donde él las pudiera ver, y sonrió con calidez, tratando de no hacer movimientos bruscos.

―Has dicho que os llamáis H y Flama... ¿No es así? ―dijo con aquella voz aterciopelada y gentil mientras alzaba la vista buscando contacto visual con el blaziken―No sé mucho de los pokémon de esta región aún, pero tengo entendido que los pokémon como él proceden de rincones bastante alejados de aquí, ¿no?

Con cuidado levantó las manos de su regazo y las llevó hasta la bandeja, que colocó entre él y el retador. Señaló el primer cuenco, con un mejunje verde y espeso.

―Esta es una plasta, hecha con aloe, romero e hipérico. ―explicó con tono dulce y pedagógico―Es un remedio natural para ayudar a la cicatrización, desinflamación y regeneración de heridas.

Acto seguido llevó sus delicados y finos dedos hasta la caja de madera tallada sobre la bandeja y la destapó, revelando lo que a todas luces era un pequeño botiquín, con varios rollos de vendajes, gasas y algunos medicamentos sencillos.

―Si os habéis tomado la molestia de llegar hasta aquí solos y sin guía, lo menos que podría hacer es sanaros a ti y a tus compañeros pokémon. ¿No os parece?  ―preguntó con dulzura, ladeando la cabeza mientras les regalaba una cálida sonrisa.

―Aunque claro, es probable que a tus compañeros pokémon les haga falta algo que ingerir, así que tengo esto de aquí...―señaló otro cuenco, con una plasta mucho más espesa, básicamente un puré de color naranja.―Es mi propia receta curativa de bayas zidra, aranja y ziuela, aderezados con algo de sirope que le da un sabor dulzón que gusta a todo el mundo.


La joven parecía estar disfrutando de la compañía, dirigiendo la mirada tanto al humano como al pokémon y sonriendo con dulzura, hasta que de pronto se detuvo y permaneció congelada un instante. Pareció dudar un momento, ladeando la cabeza como quien se replantea una cuestión mentalmente, y terminó por llevarse la mano a los labios al percatarse de su craso error, sorprendiéndose a sí mismo en el proceso. ¡No se había presentado! A medida que el rubor florecía en sus mejillas, la joven de cabellos verdes le tendió la mano con timidez.

―¡E-En qué estaría pensando! Perdonad la falta de educación...  Mi nombre es Calathea, guardián del Bosque de los Tréboles y Líder de Gimnasio de Viridis City.

H se mantuvo sentado, con la mirada fija en las acciones de esa chica, quien se agachó frente a él, seguramente para estar a la altura y ofrecer una mayor cercanía, lo que siempre ayudaba a entrar en confianza, sin que alguien sea superior o inferior en una conversación. Sin embargo, el visitante mantuvo silencio mientras ella hablaba, asintiendo con la cabeza cuando mencionó el posible origen de Flama, en algún punto lejano de Ysiel, lo que significaba que su respuesta era afirmativa ante esa duda que formuló.

El silencio de H se fue haciendo cada vez más evidente cuando la joven hippie empezó a mostrarle uno a uno los productos que le estaba ofreciendo para curar heridas e incluso algo de ayuda a sus pokemon, pero recibió de parte del joven solo asentimientos de cabeza, aunque le estaba poniendo atención, seguía algo cohibido por la cercanía que esa desconocida estaba mostrando. Entre sus pensamientos, junto con analizar las medicinas presentadas y entender que podrían servirle para sus heridas, H también estaba decidiendo si tratar de ir al grano, o dejar que esa chica siguiera en su papel de enfermera para ayudarlo tan amablemente. Pensando en ello, el joven se dio cuenta de que, por algún motivo, estaba algo apresurado en llegar pronto a la batalla, siendo un pensamiento que no recordaba haber tenido en retos anteriores. Tal vez el comportamiento incómodo de la anfitriona lo hacía querer salir pronto de ella, o tal vez no había tenido un momento tan tranquilo en otros retos como para ponerse a pensar tanto, sea lo que fuera, él se había dado cuenta de que era la primera vez que estaba ansioso por terminar pronto un desafío para poder volver a casa.

Sin embargo, estando medio perdido en sus pensamientos, H escuchó de repente como la chica se presentaba, con cierto tono de preocupación, como Calathea, la líder del gimnasio y también guardián del bosque de Tréboles, lugar donde se encontraban. Al escuchar eso, H pareció animarse completamente, mirando a esa chica con algo de emoción y respondiendo al saludo de mano de inmediato. – Es un placer, mucho gusto – dijo, pareciendo alguien enfermo que acababa de sanar y recuperar toda su fuerza. Dicho cambio se debía, principalmente, a la incertidumbre que sentía desde que se encontró con esa chica, ya que, si bien era muy probable para H de que ella fuera la líder, tampoco podía bajar la guardia y relajarse antes de confirmar que ninguna prueba sorpresa llegaría de repente antes de encontrarse con el líder verdadero, pero por suerte ese escenario no ocurrió esta vez.

– Lamento mi falta de comunicación, tal vez perdí más sangre de la que pensaba y eso me debilitó un poco – se disculpó, en referencia a todo el silencio que guardó los últimos momentos. Sin embargo, la pérdida de sangre no necesariamente era una mentira, ya que, si bien se encontraba en un estado aceptable, también era cierto que podría estar mejor sin la herida en su torso. – Realmente no es necesario preocuparse por las heridas, pero aceptaré la medicina si eso te deja más tranquila – dijo H, con la leve esperanza de que dejaran de lado las atenciones médicas para pasar al combate, pero aceptando de todas formas esa ayuda que estaba ofreciendo la líder del gimnasio. Para ello extendió su mano hacia donde se encontraban la plasta de aloe, esperando que Calathea se la diera para poder aplicarla sobre la zona herida, temiendo además que eso no ocurriera y ella misma intentara aplicarla, pensamiento que cruzó por la cabeza de H sabiendo como lo había tocado cuando bajó del árbol…

Los ojos de la joven de cabellos verdes se iluminaron al verle a él recobrar el ánimo y la energía, y una imborrable y dulce sonrisa se dibujó en sus labios cuando le vio a él hablar un poco más.


―Si perdiste sangre es importante que tratemos esa herida rápido. ―Al ver su gesto le tendió el primer cuenco. Si el joven prefería darse el tratamiento él mismo Calathea no se lo impediría.

Mientras el muchacho se retiraba la capa y empezaba a sanarse, el joven de cabellos verdes le enseñó cuánto debía aplicarse en la herida y de qué forma, advirtiéndole de que le escocería un poco al principio, y después le indicó de qué forma debía lavarse la zona emplastada una vez regresara a la civilización, donde le pudieran dar tratamiento médico más moderno.

En el silencio que se formó mientras el visitante se aplicaba la medicina, Calathea volvió a sentarse a cierta distancia, contemplando los gestos del joven antes de alzar la mirada hacia Flama y finalmente posar los ojos sobre el cinturón de pokéball del muchacho.

―¿Podemos conversar un poco? Hace mucho que nadie me visita, y agradecería algo de charla amena. ―comentó con dulzura y una sonrisa gentil en los labios―¿Qué puedes contarme de ti, H? ¿Cuál es tu verdadero nombre? ¿De dónde vienes? ¿Quién eres? ¿Cómo acabaste aquí?

Lo miraba a los ojos con aquella emoción casi infantil, el rostro iluminado por la ilusión de escuchar las historias de un entrenador que tantos viajes tendría que haber hecho.

―A decir verdad nada me alegraría más que oír de las aventuras de un viajero y cómo conoció a sus pokémon. ―preguntó mientras señalaba a Flama con la mirada y luego con el mentón al cinturón de pokéballs de su interlocutor―Seguro que habéis encontrado tesoros jamás antes vistos, enfrentado grandes peligros y habéis reído y llorado al final de vuestras aventuras.  

Calathea miraba fijamente a H Uchiha con el mentón apoyado ahora en ambas manos, con los codos descansando en sus rodillas mientras lo veía sentado con las piernas cruzadas, como un niño pequeño que se muere de ganas por oír una buena historia.

Una vez que H tuvo la medicina en la mano, comenzó a aplicarla con cuidado sobre las heridas que había recibido durante su viaje hasta el templo, bajo la supervisión de Calathea, quien sospechosamente estaba mu familiarizada con las heridas y la medicina. De todas formas no fue algo que a H le llamó la atención siquiera, así que se limitó a tratar pronto las heridas para poder iniciar con el combate de ese desafío. Sin embargo, cuando el joven terminó de aplicar la plasta en la primera herida, la líder del gimnasio mencionó sus ganas de charlar, haciendo algunas preguntas al retador, las cuales claramente eran orientadas a conocerlo mejor. El entrenador encontró lógico que la chica quisiera conversar un poco, por la dificultad para entrar, y posiblemente salir de ese templo, era seguro que Calathea no tenía mucho contacto con otros humanos. Aunque los pokemon eran una compañía mucho más pura e inocente que la gente, seguramente la vida de ellos también era más tranquila y sin muchas novedades que pudieran servir como una anécdota interesante en una conversación.

– Claro, puedo contarte algunas cosas si quieres… Mi verdadero nombre… a estas alturas creo que es el que te dije, aunque originalmente era Hiro, aunque desde hace años que dejé de ser llamado así, desde que dejé la tradición familiar para convertirme en entrenador. Soy originario de la ciudad Invictus, donde todos, o al menos la gran mayoría son luchadores, incluso yo pasé años de mi infancia preparándome para seguir los pasos de mi padre participando en torneos y peleas, pero decidí volverme entrenador cuando vi un reto al gimnasio de ese lugar y adoré el combate lleno de movimientos especiales en lugar de solo usar los puños – explicó, haciendo memoria de ese combate que vio años atrás, empezando a preguntarse por primera vez en mucho tiempo quien era ese entrenador y si podría llegar a conocerlo algún día. Seguramente, por el desempeño que tuvo en esa pelea, ya debería de haber vencido a varios gimnasios o incluso a la liga, pero al haber sido un suceso de hace años, sería muy difícil encontrar información de él.

– Pasé años buscando pasar una pequeña prueba que me puso mi familia para dejarme entrenar pokemon, y cuando por fin la superé me dieron el huevo del que terminaría naciendo Flama, con quien he estado desde entonces casi todos los días – añadió, mirando de reojo a su amigo, quien solo se mantuvo de brazos cruzados y con la mirada desviada en la dirección opuesta, imitando a Vegeta, aunque H sabía que estaba atento a todo lo que estaba ocurriendo allí. Además utilizó la palabra “casi”, teniendo presente aquella semana en la que pasó separado de su amigo y del resto del equipo con el que desafió al gimnasio de Tenebris, en donde todos fueron secuestrados por la tenebrosa líder y pasaron cosas tan terribles que el joven tuvo que borrar sus recuerdos con la ayuda de sus pokemon del tipo Psíquico, al igual que los de los pokemon que estuvieron allí.

– Y si he tenido bastantes aventuras con mis pokemon, llevo más de dos años siendo entrenador, aunque la mayor parte del tiempo nos divertimos en casa, son muchos miembros en la familia y siempre hay algunos jugueteando a cualquier cosa, sin contar los entrenamientos. Aunque creo que las mayores aventuras son cuando hay algún suceso relacionado con legendarios en la región, siempre se reúnen muchos entrenadores, aunque la mayoría son los mismos de siempre – mencionó, recordando con la última frase a todos los compañeros con los que solían combatir a los legendarios que provocaban algunos problemas cuando aparecían. Sin embargo, al pensar en ello se dio cuenta de que no estaba seguro de haber visto características tan curiosas como una larga cabellera verde o un ropaje ligero de una especie de estilo, siendo características que sin duda llamarían su atención en cualquier lugar a donde fueran, por lo que H llegó a la conclusión de que no la había visto antes, ni siquiera en esas situaciones que llamaban al deber a todos los entrenadores posibles.

– Permiso – dijo el joven tras unos segundos de haber terminado de hablar, diciéndolo porque tomaría las vendas que la líder tenía dentro del botiquín, las cuales procedería a colocar encima de las heridas cubiertas de medicina. – ¿Y tú? ¿Puedes contarme algo de ti mientras termino esto? – preguntó H, esperando tener algo de retroalimentación con Calathea y ver si podrían conocerse un poco mejor antes del combate, algo que no recordaba haber pasado con ningún otro líder de gimnasio, excepto quizás Arthur, en esa situación donde lo vio un rato antes de saber que se trataba de la persona a quien iba a desafiar…

Calathea permaneció en silencio, escuchando con atención aquel relato. Su respiración era serena y relajada, fruto del embelesamiento que le producía la historia de aquel muchacho sobre su infancia, hasta el punto en que por un momento podría haber parecido que dejaba de respirar. Sus ojos, de una hermosa y curiosa mezcla de tonos grises, castaños y verdes, estaban posados fijamente en su interlocutor, y no se perdían detalle alguno de sus facciones, de sus cambios de mirada y de sus gestos, que le permitían entender mejor las emociones que el joven escondía detrás de las palabras vagas con las que resumía pasadas aventuras.

La muchacha de larga cabellera verde había flexionado las rodillas y las había abrazado con los brazos, acercándoselas al pecho mientras descansaba el mentón en ellas, cual infante completamente cautivado por una historia fantástica. Imaginar cómo habría sido la vida de alguien tan joven y prometedor llena de familia y amigos y un futuro predestinado para él era algo de cuento de fantasía, pues jamás había experimentado nada parecido en su vida, y quería saber más, escuchar más, conocer en más detalle.

Le quedaban aún muchas preguntas, pero el joven de melena primaveral entendía que en aquellas circunstancias lo correcto y educado era corresponder en el diálogo, lo cual sin duda lo haría más ameno para su visitante. Después de todo seguramente al moreno le corroería la misma curiosidad por conocerle que al líder de gimnasio.

Siguió con la mirada las manos del chico llamado Hiro mientras este tomaba un rollo de vendajes y comenzaba a aplicárselo, y no pudo evitar sonreír con ternura cuando el propio entrenador le pidió que hablara de sí mismo.

―Claro. De hecho me gustaría seguir un poco más, incluso después de que termines de curarte.  ―confesó Calathea con aquella voz dulce y algo tímida pero cargada de sinceridad―No puedo evitar envidiarte un poco... Yo no recuerdo quién soy ni de dónde vengo.

Hubo una breve pausa, y las miradas de ambos se encontraron, ante lo que Thea esbozó una sonrisa algo triste, aunque cargada de dulzura.

―Solo recuerdo despertar muriéndome de hambre en un bosque que jamás había visto antes. Dos pokémon se compadecieron de mí y me alimentaron, y después de aquello... vivimos juntos durante años.  

Hubo otra pausa, más larga ahora, durante la cual Calathea bajó la mirada unos instantes como si él mismo reflexionara sobre su propia vida ahora que debía ponerla en orden cronológico para un oyente.

―Viéndolo ahora, es curioso pensar que viví casi cuatro años como un pokémon. Sin vestir ropa, sin preocuparme por nada más que no fuera comer, jugar y dormir, creyendo firmemente que yo no era diferente de los árboles y las plantas porque mi color de cabello se asemejaba al de las hojas y tallos de la flora del lugar.  

Se rió con timidez, cubriéndose la boca al hacerlo, y prosiguió.

―Eventualmente me acabé interesando por un extraño hombre que acudía al bosque a talar árboles a diario, y él me llevó a un pueblo cercano en el linde de aquel bosque, al que llamaban Encinar. El pueblo se llamaba Azalea, y allí descubrí que había más criaturas como yo, aunque yo fuera el único que no supiera lo que eran un padre y una madre, o el por qué mi cabello era diferente.  

Se fijó en que el muchacho estaba terminando una de las secciones del vendaje y, sin mediar palabra, se inclinó hacia delante con toda la naturalidad del mundo y le ayudó a hacer el pequeño nudo con la gasa, partiéndola en dos para que resultase más fácil. Estaba familiarizado con heridas y su tratamiento, así que sabía que asegurarse que el vendaje estuviera algo terso era importante, y difícil de conseguir cuando se lo aplicaba uno mismo.

Siguió hablando ahora desde más cerca, sin alzar la cabeza, ocupado en revisar que se hubiera puesto bien los vendajes.

―Allí me enseñaron a hablar, leer y escribir... o me lo recordaron, más bien. Cuando comencé a hablar me dijeron que, por algún motivo, tenía acento de otra región, y me sugirieron con el tiempo que seguramente la verdad sobre mis orígenes se encontraría aquí, en Ysiel.

Finalmente separó las manos del pecho de Hiro y volvió a sentarse frente a él, esbozando la sonrisa entusiasmada de un niño pequeño.

―¡Has mencionado legendarios! ¿Luchaste contra muchos? ¿Pasaron cosas mágicas? ¿Hablaste con ellos? ¡Cuéntame!  

Una vez que terminó de hablar, H se dedicó a ponerse las vendas en su torso, mientras escuchaba el relato de Calathea sobre su… ¿Adolescencia? No quedaba muy claro la edad que tenía cuando inició con su historia, pero viendo lo joven que se veía ella no podía haber sido adulta hace unos cuantos años, y sabiendo que anterior a su pérdida de memoria ya sabía leer, tampoco podía ser demasiado joven para cuando eso le ocurrió. Al menos fue eso en lo que meditó el retador mientras iba escuchando a la líder, al igual que darse cuenta de que, el haberse criado en ausencia de otras personas y en un ambiente natural, era lógico que no supiera mucho de respetar el espacio personal de otros, lo que explicaba la facilidad que tenía para ubicarse a pocos centímetros de él sin pudor alguno.

Para cuando Calathea terminó de relatar ese resumen de su vida, H ya había terminado de vendar su torso, con algo de ayuda de la anfitriona claro está, quien le dio una mano para anudar esos lienzos. Sin embargo, antes de que alguien pudiera hacer cualquier otra acción, la líder comenzó a hacer preguntas sobre los legendarios que el retador había mencionado, haciendo que éste comenzara a pensar en algunas respuestas que darle, siendo precavido de no decir algo muy revelador, ya que le pareció algo sospechoso que se interesara tanto ese tema.

– Pues, he visto a varios legendarios, la verdad – dijo, poniéndose de pie y sacudiéndose los pantalones y capa, más por costumbre que porque realmente se hubiera ensuciado, lo cual ni siquiera confirmó. – Por lo general, por lo que he notado, son criaturas incomprendidas que solo crean caos porque no entienden el mundo humano, o al menos la mayoría. ¿Recuerdas hace unos meses, cuando muchos humanos fuimos convertidos en pokemon? O quizás no, la verdad no sé qué alcance tuvo ese efecto, no sé si solo pasó en Ysiel o en el resto del mundo, nunca me detuve a investigarlo – dijo, llevando su mano al mentón para sostenerlo mientras pensaba, tampoco estaba seguro de si Calathea estuvo en Ysiel para dicho evento o llegó a la región en una fecha posterior a él. – El punto es que creo que ese fue el suceso más extraño que ha ocurrido en la aparición de pokemon legendarios, según mi perspectiva – concluyó, sabiendo que no sería la última vez que vería a una criatura así, en especial por el próximo evento que acaba de ser anunciado.

El joven se acercó a Flama para quedar a su lado, mientras el pokemon solo lo siguió con la mirada, sin dejar de mantener sus brazos cruzados y la expresión seria, cerrando sus ojos cuando el joven se detuvo, sabiendo que no se movería de ese lugar, y siguiendo la conversación sólo con su audición. – La verdad uno se dirige al desafío de legendarios con la excusa de detener cualquier problema que estén causando, pero, personalmente, es muy emocionante el hecho de pelear cara a cara con uno de esos pokemon, lo veo como una forma de evaluación a mis métodos de entrenamiento, y hasta ahora no he tenido un mal desempeño que digamos – dijo, recordando como sus pokemon tenían bastante aguante frente a esos poderosos titanes. – Lo mismo ocurre con los gimnasios, son la representación directa de los resultados de entrenamientos de los entrenadores, si uno es capaz de pasar el desafío que impone un líder, significa que su esfuerzo y preparación rindieron frutos – añadió luego, intentando traer de vuelta el tema de los gimnasios para recordárselo a Calathea, y de esa forma apresurara el combate que debían de entablar para finalizar con el desafío…

Calathea miró a los ojos a aquel muchacho, prestando mucha atención a todo lo que le estaba contando. Parecieron brillarle los ojos de emoción cuando escuchó mencionar que muchísimos humanos se habían convertido en pokémon. ¡Eso era increíble! Y también le producía muchísimas preguntas. ¿Había patrones de transformación? ¿Se convirtieron todos en el mismo tipo de pokémon? ¿Variaba el pokémon según la persona? ¿Podían realmente comunicarse como antes, o solo podían decir su nombre una vez transformados? ¿Hubo combates? ¿¿Hubo concursos??

Sin embargo el gesto de su interlocutor de ponerse a caminar hacia su blaziken le devolvió a la realidad, y alzó la vista para verlo detenerse junto al pokémon. Thea permanecía sentado, sus ropas blancas caídas grácilmente sobre el musgo y la hierba que crecía sobre los viejos adoquines de piedra del templo. Cuando el muchacho mencionó los motivos que tenía para acercarse a los legendarios y su aliciente para participar en aquel tipo de eventos Calathea no pudo evitar bajar la mirada, pensativo.

Sus dedos finos y delicados acariciaron el esponjoso musgo y peinaron con mimo la hierba del suelo, distraídos, hasta que finalmente la líder de gimnasio alzó la mirada, posando los profundos e insondables ojos grises con matices verdes y azules en Hiro.

―Ese entrenamiento... ¿Es divertido?  ―preguntó, poco a poco alzando la cabeza para mirarlo más directamente. Dudó, y se le notó porque desvió la mirada un instante, pero rápidamente volvió a hacer contacto visual con él sin ponerse de pie―¿Por qué peleáis? ¿Qué... conseguís cuando ganáis? ¿Qué aprendéis cuando no ganáis? No estoy segura de entenderlo, yo...

Hubo una pausa, pues parecía que la joven se encontraba falta de palabras. Cerró los puños en torno a una brizna de hierba, y poco a poco aflojó los dedos, soltándola y revelando que se encontraba intacta. Con cuidado apoyó las palmas sobre el musgo y comenzó a incorporarse, lentamente, con la delicadeza y la elegancia natural de una flor que se yergue buscando la luz del sol tras el amanecer.

Dio varios pasos hacia delante, sus pies desnudos y pequeños se movían con seguridad sobre la fría piedra y la vegetación que crecía sobre esta. Se detuvo a apenas medio metro del joven, con el cuerpo relajado pero una mirada intensa, inquisitiva, que no parpadeaba y que lo estudiaba porque quería comprenderlo.

―¿Por qué eres entrenador? ¿Qué tiene esa vida de bueno? ¿Qué quieres conseguir siguiendo el camino que recorres? ¿A dónde te lleva?

Mientras H esperaba a que Calathea diera comienzo al combate, de forma tranquila e imperceptible, acarició la zona vendada en su pecho por debajo de la capa, notando como ya no sentía un fuerte dolor al contacto, quedándose solo con un leve malestar, reducido a ese nivel gracias a la medicina de la líder del gimnasio y a las vendas que mantenían todo en su lugar. Realmente estaba agradecido con la anfitriona de ese gimnasio, siendo todo lo contrario a cierta pequeña muchacha que ocultaba una personalidad psicópata y que le había otorgado su tercera medalla, siendo ambas situaciones similares, pero con una atención muy diferente.

Sin embargo, cualquier leve pensamiento que pasara por la mente del joven en ese momento fue olvidado, debido a que Calathea levantó la mirada hacia él, apuntándole con sus intensos ojos que lo hicieron quedar algo embobado unos momentos, pero por suerte logró entender lo que dijo a continuación, aunque desvió la mirada para poder pensar con claridad. – Pues los entrenamientos… Realmente son similares a los entrenamientos convencionales, requieren de un gran esfuerzo por parte del pokemon y de una buena coordinación de parte del entrenador, pero si se hace en un ambiente amistoso y de familiaridad, al menos como yo lo veo, puede ser muy divertido. Cuando entreno con mis amigos, la mitad del tiempo son risas y diversión – al decir la última frase, H no pudo evitar hacerlo con cierta gracia en su voz, ya que había recordado el último ataque de risa que les dio en un entrenamiento, cuando uno de los Oddish de la familia estuvo practicando para aprender el movimiento de Gigadrenado, y terminó concentrándose tanto que disparó su Fuerza Lunar contra un árbol y provocó un pequeño desastre que obligó a todos los presentes a alejarse unos metros.

– Y los combates… Uno de sus objetivos principales es medirte como entrenador, lo cual mide la capacidad de entrenamiento que tienes… Una victoria significa que algo estás haciendo bien, mientras que la derrota te ayuda a ver tus errores y buscar la forma de solucionarlos – tras escuchar sus propias palabras, el retador las analizó un poco y notó que había sido algo limitada su respuesta, por lo que se apresuró a añadir un poco más. – Aunque claro, eso es solo viéndolo en relación con entrenamiento, hay muchas otras ganancias de un combate, como fortalecer lazos con tus pokemon, conocer mejor a tus rivales, aprender humildad… – dijo, quedándose en silencio luego, al no poder pensar en ningún otro resultado de combatir que pudiera mencionar.

Sin embargo, unos momentos después de que Calathea se acercara a H otra vez, ésta hizo unas cuantas preguntas que lo dejaron algo consternado. Desde hacía bastante tiempo que no se cuestionaba a sí mismo sobre sus objetivos a largo plazo, y generalmente, las pocas veces que se planteaba su vida como entrenador, solía cambiar de opinión sobre algunas cosas.

El joven se volteó, dándole la espalda a Calathea para evitar distraerse con su inocente belleza, y en lugar de esos ojos se dedicó a mirar la tranquilidad de ese gran salón interior del templo, viendo como la superficie del agua de la laguna estaba en tal calma que parecía ser un piso de cerámica, aunque si se veía con atención, de vez en cuando el movimiento de la vegetación allí podía generar alguna pequeña onda casi imperceptible. H cruzó sus brazos a la altura de su pecho, aunque la capa cubriría la mayor parte de ese movimiento, pero no ocultaría la mueca de dolor que él hizo al momento de presionar un poco la zona de la herida. No fue una sensación importante, y se iría casi de inmediato, pero al haber olvidado que estaba herido, el chico no se esperaba ese dolor, por lo que la mueca fue casi un reflejo de su rostro.

Se tomó unos segundos para pensar en una respuesta. Esperaba poder aclarar sus ideas más complejas, en términos existenciales, pudiendo llegar incluso al significado de la vida, pero con cada segundo que pasaba, sentía que estaba haciendo esperar demasiado a la líder del gimnasio, por lo cual, en honor al tiempo que ella estaba perdiendo con él, y aún más con el que debería invertir en el próximo combate, decidió ir al grano y dar una respuesta objetiva y concreta. – Sin contar los gimnasios o la liga, me gusta el hecho de ayudar a los pokemon a alcanzar su máximo potencial a través de trabajo y esfuerzo. No estoy seguro de si lo estoy logrando, pero si puedo asegurar que mis compañeros se hacen más fuertes de lo que estaban al momento de ser capturados. Tampoco los fuerzo a hacerse fuertes, de hecho, creo que un cuarto de ellos no realiza entrenamientos, así que la mayoría entrena casi por iniciativa propia – H se giró en ese momento, para evitar ser descortés y darle la cara a Calathea, aunque prefirió no mirarla a los ojos otra vez, lo que lo haría desconcentrarse.

– Crecer como entrenador junto con tus pokemon, creo que ambos nos beneficiamos mutuamente de ello, y aunque no busco fama, el hecho de hacerme conocido como entrenador me abrirían muchas puertas en el futuro. Te mentiría si te digo que sé con seguridad lo que quiero, aunque creo poder afirmar que me gustaría buscar algo que me permita ayudar al mundo con mis pokemon y habilidades como entrenador – luego de decir esa última frase, H se mantuvo pensativo unos segundos, buscando algo más que pudiera decir con seguridad. Tenía muchos posibles planes que tomar a futuro, pero como ninguno era nada concreto, prefirió no mencionarlos, de lo contrario el interrogatorio podría extenderse aún más, y la batalla se retrasaría más de lo que ya estaba…

El gentil hada del bosque permaneció en silencio, regalándole una cálida sonrisa al muchacho hasta que este se giró para tratar de concentrase en la respuesta a las preguntas que la criatura del bosque le había formulado. Cerró los ojos con calma y serenidad y se dejó llevar por el momento. Pudo percibir la caricia del musgo y las briznas de hierba contra sus pies descalzos, la gentil brisa que circulaba por el interior del templo le acariciaba la larga cabellera verde con la ternura de una madre, y la viril voz de aquel chico llamado Hiro timbraba a su alrededor, serena, calculadora, reflexiva, aunque algo apresurada como si sintiera que se le acababa el tiempo sobre aquella tierra.

Calathea abrió los ojos a tiempo para que sus miradas se encontrasen, y al ver que aquella conversación había comenzado a nublar los pensamientos de su interlocutor decidió que era el momento adecuado para sacar a Hiro de sus pensamientos y devolverlo a la realidad. Extendió los brazos con seguridad y gracia, y con toda la naturalidad del mundo tomó la mano del joven entre las suyas y se la estrechó con firme gentileza, como si con aquel cálido gesto le pidiera que regresase a aquella conversación en lugar de estar perdido en sus propios pensamientos.

Una vez comprobó por la expresión del muchacho que había regresado, le regaló una sonrisa dulce y juguetona, casi divertida.

―¿Debo deducir entonces que has venido aquí buscando hacer a tus pokémon más fuertes? ―preguntó sin soltarle la mano, únicamente apartando la mirada de Hiro para contemplar al blaziken que lo había acompañado. Por la familiaridad que tenían debían de gozar del mismo tipo de vínculo que Calathea mismo tenía con meganium, así que por la ternura que este hecho le inspiraba también le sonrió con dulzura al pokémon de fuego.―En ese caso... me temo que has venido al lugar equivocado.

Con palabras que sentarían como un cubo de agua fría a cualquier entrenador, Calathea rompió con el cálido contacto entre ambos y retrocedió un par de pasos, meciéndose con elegancia, dejando que su vestido blanco y su melena se movieran como péndulos a medida que el líder de gimnasio se llevaba las manos a la espalda y sonreía con timidez, casi disculpándose ante su invitado.

―No soy un buen entrenador pokémon. Si estoy aquí hoy... y tú estás frente a mí ahora... es porque hay algo que solo yo puedo enseñar a la nueva generación de entrenadores, o eso cree la Liga Pokémon. ―dijo con cierta timidez, como si le avergonzara un poco sentirse una excepción dentro del cuerpo de increíbles entrenadores pokémon que formaban a los Líderes de Gimnasio de Ysiel.

Se llevó una de las manos al rostro, apartando con sus finos y delicados dedos un largo mechón de cabello detrás de su oreja con el tipo de cuidado y elegancia que no se puede enseñar ni aprender, mientras sus profundos ojos verdes, grises y azules se posaban en los del joven visitante.

―Dime, Hiro... ¿Qué dirías que has aprendido de camino hasta aquí?

Mientras H terminaba de buscar inútilmente algo más que decir a la líder del gimnasio, sintió como ésta se le acercaba repentinamente, acción que no llegó a perturbarlo, al menos no hasta que ella le tomó la mano de forma tan sorpresiva, que hizo que el joven se olvidara de todo lo que estaba pensando, y solo pudo sentir el pudor de saber que una chica le estaba tomando así. A pesar de ello, él intentó mantenerse tranquilo y serio, aunque no pudo evitar desviar la mirada al notar que sus mejillas podrían enrojecerse, así que empezó a repetirse una frase en su mente. “Tranquilo Ned, piensa en la biblia”. Realmente no estaba seguro de qué hacer, normalmente habría retirado la mano de inmediato, pero no pudo hacerlo debido a la firmeza con la que Calathea la sujetó, y aunque pudo haber dado un tirón fuerte para poder liberarse, prefirió no hacerlo para no faltarle el respeto a la anfitriona.

Con la primera pregunta sobre el objetivo de H en ese lugar, sugiriendo que su visita era para fortalecer a sus pokemon, el joven pudo tener otra cosa en la que pensar, debatiendo en su mente sobre su respuesta: Técnicamente no había ido a que sus pokemon se hicieran más fuertes, sino a probar que sus pokemon eran más fuertes que… ¿Que qué? ¿Qué antes? ¿Qué los de ella? Definitivamente la respuesta era que sus compañeros eran lo suficientemente fuertes de acuerdo a las expectativas del gimnasio, y, por ende, para la liga, pero el siguiente comentario de la líder, con el cual por fin soltó la mano de H, dejó a este último con algo de intriga, con la sensación de que algo fuera a ser diferente a los combates normales que él había desafiado.

Sin embargo, el entrenador se vi obligado a dejar su intriga en un segundo plano, cuando Calathea hizo una pregunta que se veía sencilla, pero realmente podría llegar a ser muy compleja, dependiendo del objetivo de la misma. H miró a Flama, quien se mantenía de pie, firme con sus brazos cruzados, seguramente concentrando sus energías para cuando llegue el momento de combatir, lo cual lo dejó algo más tranquilo, recordándole que no estaba solo en ese lugar. – Bueno, la verdad… – el retador se quedó unos momentos en silencio, pensando en su respuesta, intentando no sonar arrogante. – Creo que pude confirmar que el ser humano puede convivir perfectamente con la naturaleza, me hizo dudar de si fue necesario, al menos en la mayoría de ciudades, arruinar todo un ecosistema para poder construir edificios y crear las civilizaciones que allí se establecieron… Además creo que la armonía de la naturaleza permitiría una fácil relación simbiótica con otros seres vivos, el mismo bosque me permitió vivir de él por varias horas sin problemas, y aunque un pequeño grupo no hubiera causado un fuerte desequilibrio a corto plazo, no fue ningún problema para nosotros poner un pequeño aporte, a modo de pago por su ayuda – explicó H, con palabras a paso firme, pero calmado, para poder ir pensando en las siguientes palabras que iría diciendo, y esperando, al final, dejar satisfecha a la líder con esa respuesta, a ver si pasaban por fin a la batalla…

Calathea escuchó con atención las palabras del joven, y fue asintiendo poco a poco. Se pasó las manos por la tela blanca de su túnica con lentitud y se la alisó en el proceso, como si buscase leer el lenguaje de las arrugas de la tela usando el tacto únicamente. La joven agachó la cabeza, rompiendo el contacto visual mientras asentía poco a poco, sus ojos cerrados como quien renuncia al sentido de la vista para agudizar el oído y prestar más atención. Asintió con una sonrisa dulce en los labios.

―Esa respuesta me ha gustado. Y para el que me la ha dado tengo otra pregunta. ―confesó mientras echaba a andar por la hierba, pasando junto al chico y a su pokémon. Parecía que iban a tener lo que se conoce como un diálogo socrático, una conversación profunda o filosófica mientras paseaban, y a menos que Hiro le siguiera el paso el líder de gimnasio los dejaría atrás.

Los pies descalzos de Calathea resonaban contra la piedra salpicada con musgo y liquen, entre cuyas fisuras brotaban hierbas silvestres de todo tipo, tanto hermosas como comunes, tanto frágiles como indómitas, todas ellas reunidas allí sin distinción, horadando la roca con sus raíces y creciendo con ambición y esperanza hacia el cielo abierto que ofrecía el techo agujereado del templo.

La joven de cabellos verdes seguía el sendero de piedra desnuda que rodeaba la laguna en dirección a lo que parecía el altar del templo, pero se tomaba su tiempo y sus pasos eran lentos y seguros, dados por alguien que no caminaba para llegar a un lugar sino para disfrutar del viaje.

―Las criaturas vivientes tendemos a ser egocéntricas. Todo lo que nos rodea lo valoramos en base a cuánto nos pueda afectar, positiva o negativamente. "Ese pokémon podría hacerme daño, así que no lo quiero cerca", "este lugar es bonito, así que lo preservaré", "necesito más espacio, así que quitaré todo lo que me moleste de en medio"... ―se detuvo y miró a H por encima del hombro antes de sonreír con calidez―Tus palabras me recordaron a mi primer pensamiento cuando conocí una ciudad. Pero tampoco puedo culpar a los humanos por priorizar su propia supervivencia y desarrollo a la de los demás seres vivos. Está en la naturaleza de todas las criaturas el hacer eso. Por eso todos comemos cuando tenemos hambre, aunque signifique consumir a otro ser vivo, sea animal o vegetal.

Siguió andando, pero lejos de seguir el sendero torció un poco hacia la izquierda y se detuvo frente a la serena laguna, cuya superficie era como un lienzo de tonalidad verde oscura, salpicado por trazos de liquen acuático y coloridas flores de loto.

―Y sin embargo, pese a que está en nuestra naturaleza el pensar primero en nuestro bienestar y supervivencia, tanto humanos como pokémon somos capaces de sacrificarnos por aquello que nos importa.

Calathea miró fugazmente al joven muchacho, y después a su pokémon de fuego, y sonrió con ternura.

―Un amigo, un familiar, un ideal, e incluso la estabilidad de algo tan complejo y abstracto como puede ser "el mundo". 

La joven de cabellos verdes extendió una de sus piernas con elegancia natural, y con el pie arqueado con la gentileza de una bailarina, tocó la superficie del agua con la punta del dedo del pie, generando pequeñas ondas que se extendieron por toda la superficie de la laguna.

―A veces el sacrificio es simple, aunque no siempre fácil. A veces puede algo ser tan poco complicado como no hacer aquello que nos apetece porque debemos tener en cuenta los sentimientos de los que nos rodean. A veces el sacrificio resulta ser tomar una vía de actuación más difícil de lo que estamos acostumbrados. ―Calathea hablaba con serenidad, sus palabras fluían como las hojas de la copa de un árbol mecidas por el viento en lo que parecía un monólogo filosófico más que una conversación. Sin embargo, cuando la joven de hermosos cabellos verdes como la primavera se giró para mirar a su visitante a los ojos, fue evidente que el momento de la pregunta había llegado― ¿Te has encontrado alguna vez en una situación que no pudieras resolver con tus habilidades como entrenador? Un obstáculo frente al cual ninguno de tus puntos fuertes sea el remedio ideal... Y si es así... ¿Lograste superarlo? ¿Qué sentiste?

La mirada de Calathea era profunda e insondable como aquella laguna, y parecía contemplar los ojos del joven como si buscara algo en él, un atisbo de luz en la oscuridad, una respuesta en un mar de incógnitas.

Nada más escuchar la respuesta de Calathea sobre lo que acababa de decirle, H se sintió tan aliviado que ni siquiera pudo disimularlo con su expresión, aunque cuando miró a Flama para ver si estaba igual de contento, se encontró con unos ojos serios y una negación de cabeza, la cual hizo que el joven casi pudiera escuchar en su mente la palabra “Compórtate” proveniente de su amigo, lo que lo hizo borrar la sonrisa de su rostro para regresar a la serenidad de un profesional.

Tras eso, la líder empezó a caminar por uno de los senderos del templo, alejándose poco a poco del lugar en el que habían pasado reunidos varios minutos, y al ver que no parecía ser solo un paseo a corta distancia, H y Flama intercambiaron miradas unos momentos, dándose cuenta ambos de que debían seguirla. Avanzaron a paso rápido hasta que estuvieron a un metro y medio de distancia de ella, momento en el que pararon y replicaron su misma velocidad, para así poder concentrarse en ponerle atención a sus palabras en lugar de a tener cuidado de no chocar con ella.

A medida que las explicaciones de Calathea iban surgiendo, el entrenador iba comprendiendo un poco mejor el punto de vista de la líder, quien, a pesar de haber sido técnicamente criada por la naturaleza, si parecía ser una persona bastante sabia y empática, lo cual tenía sentido, después de todo era una representante de la Liga Pokemon, y dicho cargo no se lo daban a cualquiera, o eso es lo que H quería pensar.

Cuando la líder mencionó su perspectiva sobre el sacrificio, tras haber tocado con delicadeza el agua de la laguna junto a ellos, el joven de Invictus no pudo evitar recordar aquella sabia frase del viejo Aemon en la famosa serie de Juego de Poketronos, “El Amor es la muerte del Deber”, logrando así entender mucho mejor a lo que se refería Calathea. Desde luego, sus palabras eran un poco más generales, pero la idea principal pudo entenderse, lo que fue reflejado por H al asentir con la cabeza con seguridad.

Sin embargo, tras todo eso, por fin llegó la pregunta anunciada al inicio del post por la líder, la cual se trataba de situaciones en las que no bastaran sus habilidades como entrenador. H se quedo pensativo tras escucharla, mirando en dirección a la laguna, y fijando su vista en la onda que se movía de regreso a su origen, el punto en el que Calathea había tocado con el pie. – Bueno, realmente no creo haber estado en una situación que no pudiera resolver. Si fallé el desafío a dos gimnasios durante mi carrera, pero entrené un poco más a mis pokemon para poder cubrir los fallos que observé, y así pude superar esas pruebas – dijo, pensando en los gimnasios Hielo y Veneno, aunque de este último realmente no tenía demasiados recuerdos.

– Supongo que hay otras situaciones, como cuando han ocurrido sucesos en la región relacionados con pokemon legendarios. Un par de veces he logrado ser parte de la solución, que generalmente es calmar a esa criatura, pero en otras ni siquiera he podido verlo. Supongo que es entendible, no soy el único entrenador del mundo, y muchas veces ni siquiera puede depender de uno el solucionar los problemas – explicó, manteniendo la mirada en la tranquila agua frente a él. El joven sintió como Flama asentía a su lado, al parecer coincidiendo con su respuesta, lo que tiene lógica al ser su principal compañero, y que casi siempre estaba con él.

– Un buen ejemplo creo que es la vez que nos convertimos en pokemon, que te comenté antes. Estuvimos semanas con esa forma, y por mucho que investigáramos y buscáramos una solución para volver a la normalidad, al final nada de eso dio frutos. El causante de todo, Mewtwo, apareció y cuando alguien logró calmarlo fue cuando nuestros cuerpos volvieron a ser humanos, lo que no quita que igual haya intentado colaborar con dicha labor – añadió, recordando esa buena época de cuando fue un pequeño Abra y podía mover cosas con su mente. En ese entonces había sido tan fácil como pensarlo, pero en cuanto su cuerpo original volvió, por mucho que lo intentó, no pudo hacer nada de lo que había logrado siendo una criatura con poderes mentales. Después de eso, prefirió mantener silencio y esperar la reacción de Calathea, no tenía mucho más que contar sobre situaciones conflictivas, casi siempre sus habilidades de entrenador habían sido suficientes para superarlas…

H se sintió bastante más tranquilo al ver que su respuesta no pareció haber molestado a Calathea, sino que estaba de acuerdo con lo que le había dicho, o al menos eso entendió el entrenador, al escuchar su punto de vista con las explicaciones que estaba dando. Sin embargo, aún se seguía preguntando cuando empezaría el combate, incluso luego de haber escuchado que ella había señalado que no era un buen entrenador y que en ese gimnasio sus pokemon no se harían más fuertes, el entrenador mantenía esperanzas de poder librar un combate por la medalla.

Tras unas cuantas risas leves por la gracia que Calathea había hecho, comparando su altura con la de H a la vez que sugería que eso podría ser un problema, aunque para algunos podría serlo, ella lo decía en un claro tono de broma y juguetón, retirándose luego unos metros para formular las siguientes dos preguntas, una tras otra sin un espacio para responderlas, por lo cual el joven se quedó unos momentos en silencio, pensando en ambas y sus posibles respuestas.

– Pues, iniciando por lo más simple de contestar, lo que hago cuando no estoy entrenando con los pokemon es jugar con ellos, tenemos un pequeño lago en casa donde solemos darnos chapuzones para acompañar a aquellos que no pueden salir del agua… Ya fuera de los cuidados mínimos a los pokemon, suelo meditar unos 20 o 30 minutos por las mañanas… Veo un par de capítulos de la pokeserie del momento por las noches… un par de tardes a la semana entreno en el dojo de la familia con mi padre y hermano, y creo que es todo, salvo los sucesos inesperados que llaman a la aventura, o ciertos días en los que salgo a algún sitio para buscar algún pokemon – H tomó algo de aire, ya que, a pesar de haber hablado calmado y tranquilo, también lo hizo de forma constante y sin detenerse demasiado, por lo cual sus pulmones se quedaron casi vacíos tras esa exposición. Incluso él miró a su alrededor, buscando la pequeña mesa con el vaso de agua típico de los stand up comedy, decepcionándose de no encontrar ninguno, aunque fue su culpa por siquiera imaginárselo.

– Y sobre los problemas sin ayuda… Supongo que siempre he clasificado alguna dificultad como una con una solución posible, y como imposible de solucionar. Si no hay ninguna posibilidad de arreglar el problema, ni siquiera me estreso por él, aunque salvo algunas veces en las que no he podido comprar algo en oferta, no creo recordad ningún problema de ese tipo – tomó una breve pausa, intentando recordar algo que no hubiera tenido solución para confirmar sus palabras, pero al parecer no encontró nada.

– Para otros problemas que si pudiera solucionar, y descartando la ayuda de los pokemon, creo que… Si es que existen, son contados… Creo que puedo decir que me enfrento a ellos con perseverancia y voluntad, ya que lo único que se me viene a la mente son los años de entrenamiento que tuve que realizar para que mi familia me permitiera entrenar pokemon. Cada vez que perdía en la prueba que me pusieron para ello, volvía a entrenar, sin tener otro propósito. Quizás otra característica es que soy centrado con mis objetivos, me enfoco en ellos en la medida de lo posible para poder cumplirlos – otra vez se quedó en silencio, intentando recordar más sucesos de relacionados a lo que solicitaba la líder de gimnasio. Fue tanta su concentración, que en ningún momento la miró a los ojos, como si ya hubiera asimilado en su subconsciente que era peligroso distraerse con la mirada de esa chica. – Supongo que hay más momentos en los que he tenido esos problemas, pero la verdad no los recuerdo en este momento, así que supongo que mi respuesta son esas tres palabras, perseverancia, voluntad y enfoque – concluyó, mirando por fin a Calathea a los ojos, más que nada por educación que por gusto, aunque eventualmente volvería a retirarlos, si es que le hacían más preguntas o si terminaban ese interrogatorio para iniciar con la batalla…

Tras dejar de hablar, H notó que la líder no se veía muy alegre con su respuesta, o al menos tardó en dar una opinión sobre ella, guardando silencio incluso después de empezar a moverse en dirección opuesta a donde se encontraban, específicamente hacia el altar que había en ese templo. El entrenador miró a Flama, y al ver que éste solo se encogió de hombros en respuesta, lo único que ambos pudieron hacer fue seguir a Calathea, aunque esta vez a un paso más tranquilo que antes, cosa de no quedarse completamente alejados de ella, pero tampoco a su lado.

Las preocupaciones de H aumentaron en ese momento, cada segundo de silencio de la anfitriona de ese gimnasio lo hacían sentir que había perdido la oportunidad de un combate contra ella, habiendo ya asimilado la idea de que toda esa conversación no era más que una prueba preliminar que debía superarse para poder llegar a la pelea final, el momento en el que él sentía que tendría un mejor desenvolvimiento que en una charla.

Cuando Calathea se paró en lo alto del altar y se giró hacia la sala, haciendo que H y Flama se detuvieran a unos metros de ella, debajo, como si se tratara de un público ante un artista. Con el primer comentario que ella mencionó sobre las tres cualidades que el entrenador había mencionado, éste se quedó pensando en lo que le acababa de decir: Realmente no estaba aprovechándolas como tal, ya que con la ayuda de los pokemon, había podido tener oportunidad de enfrentarse a las adversidades con su ayuda como equipo, la verdad no había estado solo desde hacía mucho tiempo, lo que impedía que se dieran esas situaciones.

Sin embargo, H ni siquiera había pensado en alguna respuesta que ofrecer a Calathea por ese último comentario, cuando ésta formuló por fin una nueva pregunta relacionada con lo que había dicho previamente, la cual dejó incluso sorprendido al entrenador, ya que ella mencionó su medalla, la que él había venido a buscar, sintiendo así como un gran salto hacia su objetivo, aunque no fue más que una mención a él. Manteniendo una expresión de deducción durante unos segundos, arrugando un poco su frente y mirando hacia la nada, el joven por fin pareció encontrar una respuesta. – Creo que para tenerla, me pondrías a prueba de alguna forma que no involucre a mis amigos… Y salvo que dicha prueba sea completamente imposible de cumplir y deba abandonar, creo que intentaré lo que pidas cuantas veces sea necesario, aunque tenga que volver a casa con una derrota y volver aquí mejor preparado… – a pesar de que no le gustaba ser demasiado desafiante ni mostrar una actitud orgullosa, H miró a Calathea a los ojos con una expresión y sonrisa llenas de confianza y determinación, aprovechando la distancia entre ambos, y que la intensidad del momento parecía ser mayor a la de la mirada de la chica.

– Seré perseverante con mis intentos, tendré voluntad de continuar a pesar de los fallos, y lo más probable que es éste sea mi principal objetivo hasta que lo cumpla, así que estaré muy enfocado en lograrlo – terminó, manteniendo todo lo posible su mirada en la de la líder, esperando poder transmitirle que lo que acababa de decir era cierto, y que volvería a ese gimnasio de no poder ganar la medalla, sea lo que sea lo que tuviera que hacer…

Una media sonrisa se dibujó en los labios de Calathea, quien a continuación cerró los ojos unos instantes antes de volver a abrirlos y darse media vuelta, quedando a espaldas del joven entrenador antes de seguir avanzando hasta el altar. Las suelas de los pies descalzos del líder de gimnasio resonaron contra la piedra desnuda de aquella zona del templo, que por algún motivo estaba libre de musgo y hierbas.

Sus pasos se detuvieron frente a un altar de piedra. Antaño había sido piedra lisa con los costados tallados con hermosas imágenes de varios pokémon reverenciando la presencia de Xerneas, pero la erosión y la intemperie habían hecho que muchos de los detalles del grabado se hubieran perdido. Sin embargo, bajo la gastada superficie del altar, descansaba algo.

Se trataba de una caja cuadrada de madera vieja y deslustrada. No tenía barnices, ni decoraciones. Por no tener, no tenía ni goznes ni cerradura, solo se mantenía cerrada porque la tapa superior encajaba a la perfección con la parte inferior. La mano menuda y de aspecto delicado de la joven de pelo verde acarició la superficie hosca de la madera con delicadeza, hasta con afecto, y mientras lo hacía levantó la vista hacia el muchacho que lo estaba visitando en busca de uno de los muchos tesoros del Bosque de los Tréboles.

―Aquí dentro se encuentra la medalla silvestre.

Separó poco a poco los dedos de la superficie de la tapa de madera y miró al joven en silencio unos segundos antes de finalmente sonreír con dulzura, aunque sin acabar de desprenderse del aire más formal y serio que la había envuelto en los últimos instantes.

―Los miembros de la Liga Pokémon deberían ser fuerzas del bien. Humanos y pokémon que mantienen el equilibrio en la región y evitan que cosas malas les ocurran a la gente buena. Eso incluiría al Campeón, por supuesto.―hablaba con lentitud, poco a poco llevándose las manos a la espalda mientras se giraba para quedar de lado a su interlocutor, con la mirada en el cielo que se apreciaba a través del enorme agujero del techo del templo―Si bien otros líderes de gimnasio pueden comprobar y asegurarse de que tú y tus pokémon seáis capaces de enfrentaros a los problemas y superarlos con trabajo, habilidad y determinación... ese no es mi trabajo.

Finalmente lo miró de reojo a los ojos, sus profundas orbes de un verde insondable lo escrutaron un breve instante antes de desviar la mirada hacia la caja que contenía la medalla silvestre.

―Mi medalla solo la obtienen quienes me demuestran que son personas buenas. De confianza, con un espíritu gentil y amable. ―sonrió casi para sí misma y añadió―No pido una prueba de moralidad ni que mi retador sea un paragón de la justicia. Esas cosas son subjetivas, y no me interesan. Solo busco honestidad, poder ver los colores del alma de mi visitante.

Finalmente sus pies se deslizaron por la piedra lisa y cálida por su contacto con el sol que entraba por cada rendija del desvencijado templo y Calathea quedó frente a Hiro.

―Demuéstrame que eres digno de esta medalla. ―dijo alzando un poco más la voz, con tono oficial, provocando que su gentil timbre resonara por las cavernosas y abandonadas ruinas―Puedes tomarte el tiempo que necesites: horas, días, semanas, meses o años. Si es tu deseo, te proveeré con comida y alojamiento hasta que me convenzas.

Sin duda alguna aquella no era una prueba convencional. De hecho, era sin duda alguna la prueba más subjetiva posible que pudiera ser concebida. ¿Esperaba el hada del bosque un discurso inspirador? ¿Querría un gesto simbólico? ¿Requeriría de un acto de sacrificio heroico? ¿Querría tal vez convivir con aquella persona para descubrir con el día a día cada una de las pequeñas facetas de su forma de ser para conocerlo a profundidad y tomar un juicio en base a ello? Tal vez esperaba todas aquellas cosas. Tal vez ninguna de ellas. Solo el enigmático líder de gimnasio lo sabía.

El curso de acción y el tiempo ofrecido eran libres, tan limitados como lo pudiera llegar a ser el pensamiento del joven entrenador pokémon que había llegado hasta allí buscando una medalla. ¿Cómo decidiría probar que era alguien de confianza de verdad? Después de todo, algo así no es en absoluto fácil de transmitir a un desconocido, menos aún cuando este desconocido sabe que ,con una motivación y voluntad fuertes, todo puede llegar a fingirse, y seguramente estaría atento a cualquier clase de inconsistencias en el carácter en comparación con lo apreciado hasta ahora.

Calathea se separó unos pasos de Hiro y de un salto tomó asiento en el altar, que era lo suficientemente alto como para que los pies desnudos de la joven de cabellos verdes quedaran colgando y se mecieran con aire juguetón mientras ella ladeaba la cabeza y lo miraba con silencioso interés, como si quisiera leerle el pensamiento.

A medida que Calathea explicaba las condiciones para poder superar a su desafío, H iba entrecerrando sus ojos poco a poco, similar al meme de Fry, pero siendo solo un gesto que reflejaba su análisis interno sobre las palabras de la líder. Incluso él había perdido mucha de la emoción que sintió al saber que la medalla que deseaba llevarse se encontraba tan cerca, en la caja que Cala había mostrado unos momentos antes. En cuanto la chica terminó de hablar, H se quedó unos segundos en silencio, asintiendo levemente mientras comprobaba que había comprendido los puntos principales de esos requisitos para llevarse la medalla, mirando de forma involuntaria hacia abajo y a la derecha.

– Creo que… Me parece una medida interesante y, posiblemente necesaria, después de todo un campeón debería ser alguien que merezca respeto, y no solo por haber vencido en combate a las personas necesarias – señaló H, comenzando a subir hacia el altar poco a poco a medida que hablaba, aunque lo hacía con lentitud, en caso de que la líder hiciera algún gesto de enfado o directamente le negara el permiso de subir allí, siendo esa sensación la misma por la cual él se detuvo casi al final, sin llegar a subir completamente a ese punto.

– Pues la verdad, nunca me he etiquetado a mí mismo como una buena persona, pero tampoco me considero alguien malo. No recuerdo haberle negado la ayuda a nadie nunca, de hecho, me gusta darle mi apoyo a los entrenadores que parecen ser más novatos que yo – Al mencionar a esos entrenadores, H recordó esos pequeños eventos que solía preparar para ver las habilidades de otros, lo cual le dio una pequeña idea de qué más comentarle a Calathea para que conociera un poco más de sus buenas intenciones.

– La verdad creo que me he encontrado en un dilema similar al tuyo en el pasado: He puesto a prueba a algunos entrenadores relativamente nuevos, para ver si cuentan con un potencial adecuado para cuidar de un pokemon, y por supuesto, si es que son buenas personas, para darles a cuidar un huevo del que nacerá un futuro compañero. Desde luego es una responsabilidad mía el estar seguro de a quien le estoy entregando ese pokemon, pero al mismo tiempo es una oportunidad para ese entrenador para poder tener un compañero a futuro, y hasta el momento ninguno me ha decepcionado – explicó, recordando con esas frases finales los múltiples amigos que había hecho, al menos durante ese último año en el que había empezado a llevar a cabo esas actividades. Incluso una leve sonrisa apareció en su rostro, aunque no de forma voluntaria, sino que apareció al recordar todo lo que había hecho en relación con otras personas, a quienes no solía recordar tanto como a sus pokemon, a quienes veía a diario. Su mayor preocupación en ese momento era que Calathea lo tomara como un despreocupado, irresponsable o hasta negligente, que le entregara la vida de un pokemon recién nacido a cualquier loco que pudiera hacerle daño, aunque con su explicación esperaba que comprendiera que no era así para nada.

Sin embargo, H sabía que aún tenía una pequeña forma de demostrar sus buenas intenciones, a pesar de lo mucho que le causaba incomodidad el hecho de tener que estar casi presumiendo de ser alguien bondadoso, siendo solo el poder tener esa medalla en sus manos lo único que lo ayudaba a soportarlo sin que se le cayera la cara de vergüenza. – Si nada de eso te convence, entonces voy a presentarte a alguien – dijo el retador, sacando de debajo de su capa su mano derecha, en la cual llevaba una pokeball que arrojó unos centímetros sobre su mano, lo suficiente para que ésta se abriera y liberara al pokemon en su interior. – Este muchacho es Slowbro. Si sabes algo sobre su especie, seguramente será que no son muy atentos al entorno y se distraen con mucha facilidad – explicó, inclinándose un poco para poner sus manos sobre los hombres del tipo agua, quien estaba dándole la espalda a él, pero de frente a Calathea, aunque si no lo sostenía seguramente se iría hacia cualquier lado para curiosear.

– Creo que él es una buena prueba para demostrar la dedicación y cuidado que pongo en mis compañeros pokemon. No muchos entrenan ni a Slowpokes ni a Slowbros por lo difícil que es en comparación a otros, y aún así, si tenemos una batalla, podrás ver que no es un debilucho – al terminar de hablar volvió a erguirse, ya que al bajar su pecho sintió como alguna de sus heridas se movía levemente y le provocaba algo de dolor, aunque no tanto como para demostrarlo de forma involuntaria. A pesar de eso, su expresión si mostraba algo de incomodidad, y en cierta medida era cierta, ya que se sentía algo hipócrita, todo lo que había mencionado jamás lo hizo pensando en presumírselo a un líder de gimnasio para ganarse una medalla. Incluso se estaba comparando a un vendedor de infomerciales…

La sonrisa de H poco a poco fue desapareciendo, hasta quedar completamente seria, producto de la respuesta que le ofreció Calathea por todos los intentos que hizo por demostrar con palabras el comportamiento que tenía normalmente. Su decepción fue principalmente por todo el sacrificio que acababa de hacer al estar prácticamente presumiendo de sus acciones, lo que lo había hecho sentirse bastante presumido, algo que no solía formar parte de su personalidad, y a su vez le dio una gran incomodidad.

Al llegar la Lilligant desde el fondo del templo, por lo que parecía ser un pasillo, H saludó con una inclinación de cabeza para corresponder con la reverencia hecha por la recién llegada, cuya presencia pareció avisar de algo a la líder del gimnasio. Calathea preguntó con seriedad sobre algo, o alguien, y al recibir la respuesta con los gestos de su pokemon, se puso de pie, con intenciones de retirarse.

La líder del gimnasio se retiró tras confirmarle a H que sus respuestas no serían suficientes para vencer ese desafío, y que éste se quedaría en un estado de suspensión de momento, por lo que los tres visitantes presentes se quedaron sin su anfitriona principal en esa zona del templo, frente al altar.

– Entonces, ¿Qué hacemos? – le preguntó H a sus pokemon, luego de unos segundos de silencio en los que sólo se escuchó a lo lejos el canto que Calathea estaba entonando. La pregunta iba para ambas criaturas, aunque por la mirada de Slowbro puesta en el agua cristalina que había en el centro de ese lugar, el joven sabía que no podría contar con él para una opinión.

Flama se mantuvo en silencio, con su mirada pensativa unos segundos, y luego, con una sonrisa pícara, alzó su puño a la altura de su cara y lo rodeó de fuego, mientras con sus ojos daba un vistazo a los alrededores, sugiriendo algo bastante siniestro. H solo sonrió ante la broma de su amigo, sabiendo que no era en serio. – Dejémoslo como el plan D, ¿De acuerdo? – contestó, en el mismo tono burlón, tras lo cual se volteó para regresar su mirada al túnel por donde se había ido la líder.

– Ella dijo que debería de conocernos poco a poco… Pero no puede hacerlo si no está con nosotros por el tiempo suficiente… – dijo, bajando su mirada mientras razonaba sobre eso. Desde luego, dijo que era un tiempo que podrían aprovechar para almorzar, pero ¿Por qué no comer juntos? Si realmente su desafío consistía en conocer al retador a fondo, debería de aprovechar cada momento posible para analizarlo. – Y ese asunto en el bosque… Es improbable que sea el almuerzo, ¿No? Tal vez necesite ayuda – dijo luego, mirando hacia el oscuro túnel, intentando decidir si seguirla o no.

No fue hasta que Flama caminó hasta la entrada del túnel y se giró hacia su entrenador, a la espera de que éste fuera delante de él, cuando H por fin se decidió a ir tras Calathea. – No creo que se enfade por entrar a otro lugar del templo – dijo, empezando a correr hacia el interior de ese lugar, donde esperaba encontrarse con un largo pasillo. – ¡Vamos Slowbro! – llamó el joven para que su compañero del tipo agua los siguiera, pero tras unos cuantos segundos, un rayo de luz rojo salió del túnel para llevárselo a su pokeball, ya que él ni siquiera hizo el intento de ir tras ellos…

A medida que se alejaban del calor de la luz del sol, aislados como estaban por la gruesa y fría piedra, también entraron en lo que parecía un mundo completamente distinto, subterráneo, más solitario y oscuro. Los ojos del hada no parecían tener problema adaptándose a la penumbra, por lo que no había ninguna clase de método de iluminación a lo largo del extenso pasillo. Este desembocaba en una habitación circular, que parecía no haber sido tocada por la madre naturaleza todavía, aunque sin duda no tenía rastros de civilización moderna. Lo más parecido que tenía aquella estancia a muebles eran una roca caída de una pared, lo suficientemente alta y gruesa como para haber sido reconvertida en una mesa, sobre la que ahora descansaba un mortero y varios cuencos.

Del alto techo, como trofeos de la batalla contra la invasión vegetal, colgaban decenas de ramilletes de incontables plantas distintas, todas con sus propiedades y usos medicinales, recolectadas y puestas a conservar allí por el herborista que era en realidad aquel líder de gimnasio, más cerca de la mítica profesión de druida que de lo que en aquella época se consideraba una práctica normal de la medicina.

En una esquina, alumbrada directamente por los únicos rayos de sol que se filtraban a aquella estancia desde el hueco a varios metros de altura dejado por la piedra que ahora era una mesa de trabajo, se encontraba la cama del líder de gimnasio, hecha con algodón de whimsicott, hojas y musgo. Por la forma en la que Calathea la había construido, tenía el perfecto equilibrio entre mullida, seca y consistente para que mantuviera la forma y soportara el peso de una persona o dos tumbadas.


Una vez dejada atrás la oscura penumbra del largo pasillo, lo que el retador y su compañía pokémon se encontraron fue una escena poco común.


Sobre el lecho descansaba un pokémon. Su pelaje era de un ocre oscuro que rozaba un marrón carente de vida, y tanto sus orejas y cola como sus extremidades estaban marchitas, las hojas secas y arrugadas, frágiles al tacto y temblorosas con cada débil respiración de la criatura, que se encontraba demasiado débil como para encogerse sobre sí misma y simplemente yacía tumbada, su mirada castaña perdida en el vacío como si pudiera ver algo que nadie más es capaz de apreciar, una llamada que no tenía fuerzas de rechazar.

La gentil mano de Calathea acariciaba el costado del débil leafeon, surcando sus marcadas costillas con una delicadeza y ternura infinitas, tratando de regalarle la cálida compañía que necesitaba el pokémon en sus últimos momentos. Los ojos del hada del bosque cobraban matices grises y azules, tonos tristes y compasivos en el momento en el que separaba un instante la vista del anciano pokémon y alzaba la cabeza.

Los largos cabellos verdes de la joven caían como una cortina de seda sobre su regazo, ocultando parcialmente su rostro mientras velaba por el leafeon, pero poco a poco se hicieron atrás cuando el líder de gimnasio se irguió sin llegar a levantarse, regalándole una sonrisa amable a Hiro en el momento en el que su cabello se hizo a un lado y pudo ver a los recién llegados con claridad.

Con un gesto grácil y lento, Calathea se llevó el índice de la mano libre a los labios, que se curvaron ligeramente para formar una dulce sonrisa. Su expresión les indicó que no eran mal recibidos siempre y cuando fueran cuidadosos y respetuosos con los últimos momentos de aquel pokémon.

En cuanto hubo acomodado la pokeball de Slowbro en su cinturón, H alzó la mirada hacia adelante, descubriendo que el túnel era más oscuro de lo que esperaba cuando se encontraba afuera, aunque ni siquiera tuvo que pedírselo a Flama para que éste encendiera las llamas de sus antebrazos, un fuego poco intenso, pero lo suficiente como para iluminar una zona oscura. Por suerte, luego de un rato pudieron ver delante de ellos la silueta de Calathea contrastando con un lugar un poco más iluminado, por lo que ambos supieron que pronto lograrían encontrarse con ella, incluso apresuraron el paso un poco.

Una vez que salieron del túnel, H y Flama se encontraron en una especie de caverna, con una roca con herramientas encima, un montón de hierbas colgadas del techo, y una cama hecha con lo que parecían ser materiales naturales, iluminado por, al parecer, el mismo sol filtrándose en la cueva, y un pokemon que se veía en mal estado sobre él. El joven intercambió miradas con su compañero, descubriendo ambos que el otro tenía la misma expresión de preocupación en su rostro.

Tras ver la sonrisa de la líder, el entrenador dio unos cuantos pasos adelante en silencio, observando con cuidado al Leafeon para intentar ver que es lo que le pasaba, pero manteniendo la distancia por respeto a él y para no alterarlo tampoco. Lo que parecía ser un estado de enfermedad desde la entrada, la cual H no pudo identificar como ningún problema de estado que conociera por las batallas, finalmente se aclaró cuando pudo acercarse un poco, notando sus rasgos notoriamente más envejecidos que los de un miembro joven de su especie.

El joven se quedó en silencio unos segundos, intentando razonar sobre el problema y buscar una solución, pero finalmente se rindió y decidió tratar directamente con la experta, o así la visualizó de acuerdo con el sitio donde se encontraban, rodeados de hierbas y con herramientas para hacer medicinas. – ¿Qué podemos hacer? Quizás le sirva el aire libre, aunque moverlo sería un poco complicado y arriesgado – señaló, llevando su mano derecha al mentón para sostenerlo mientras usaba su expresión pensativa, haciendo trabajar a su cerebro para buscar más sugerencias que hacerle a la líder para ayudar a ese pokemon…

Las palabras de Calathea terminaron por confirmar lo que H no quería que fuera una de las posibilidades que estuvieran ocurriendo: Ese Leafeon estaba en sus últimos momentos de vida debido a la vejez, y no había nada que pudieran hacer para poder evitar que se fuera de ese mundo. Tras ver el rostro de ese pobre pokemon, lo único que el entrenador pudo hacer fue desviar y bajar la mirada, frustrado por la idea de tener que quedarse de brazos cruzados ante los hechos. No pudo evitar pensar en sus propios pokemon, en el mismo Flama, algún día podría verlos irse de la misma forma. Solo con pensar en eso se le hizo un hueco en el pecho, y ni siquiera quería pensar en que estaría sintiendo ese Leafeon, o incluso Calathea, quien debería de conocerlo más que él.

Luego de darse cuenta de que lo único que podía hacer era darle un ambiente grato a ese pokemon, tal y como Calathea parecía estar haciendo, H sacudió su cabeza para limpiarla de todos esos pensamientos, y luego regresó la vista hacia el Leafeon, sonriendo con tranquilidad para intentar transmitirle esa sensación a él. Caminó lentamente hasta su lecho, haciendo una pausa breve con cada paso para evitar sobresaltarlo, hasta que se pudo acercar lo suficiente como para tenerlo a menos de un metro, momento en el que se agachó con la misma lentitud para quedar a su altura.

– Hola amigo. Soy H, él es Flama, te haremos compañía si no te molesta – le dijo, intentando entrar en confianza con ese Leafeon, a quien estuvo sonriendo en todo momento. – Soy un entrenador, vine a desafiar a Calathea a una batalla por su medalla, pero no accedió a ella – añadió, en un tono divertido, casi bordeando la risa para intentar alegrar un poco al anciano pokemon frente a él, aunque luego guardó silencio unos momentos, pensando en qué decirle para apoyarlo.

– Supongo que tendré que demostrarle que soy alguien bueno. Me imagino que tu también has sido un buen Leafeon, estoy seguro que si pregunto a tus amigos, todos tendrían cosas buenas que decir – le dijo H, manteniendo una sonrisa en su rostro. Sin embargo, quería ir un paso más allá, por lo cual, con mucha lentitud, levantó su mano derecha y empezó a acercarla con cuidado hacia la cabeza de esa criatura tan debilitada, aunque la retiraría de inmediato si veía que eso le molestaba o si se sentía incómodo…

Calathea contempló en silencio los movimientos de Hiro. Sus ojos, de un gris profundo con reflejos castaños y verdes, estaban posados en sus facciones, que trataba de leer en silencio. Sin mediar palabra, Thea se hizo a un lado, arrastrando sus rodillas por el suelo mientras le permitía al muchacho acercarse y hablarle al anciano Leafeon, tan frágil como una hoja seca capaz de hacerse añicos en la mano de uno si no la sostiene con delicadeza.

Pudo sentir las emociones en conflicto atormentar a su visitante, algo natural dadas las circunstancias. Nadie quería pensar en la naturaleza perecedera de todas las cosas, en el hecho de que la vida de plantas, pokémon y humanos era frágil y podía extinguirse en cualquier momento. De hecho, vivir hasta que el paso del tiempo extinguiera las fuerzas de uno era ya de por sí un milagro lejos del mundo controlado que habían creado las personas con su civilización.

Thea enarcó ligeramente las cejas cuando vio cómo Hiro conseguía hacer a un lado sus preocupaciones y se entregaba a vivir el momento, la filosofía de vida de todas las criaturas que vivían en el bosque. Finalmente, el líder de gimnasio cerró los ojos para escuchar la voz de aquel muchacho a medida que le hablaba con dulzura y ternura al anciano pokémon sobre su viaje hasta allí.

Ante las caricias del chico, el pokémon hizo el débil esfuerzo de ladear ligeramente la cabeza para mirarlo. Su mirada era de un profundo e inescrutable castaño. ¿Qué vería aquella criatura ahora que se encontraba tan cerca de la línea final de la maratón que era la vida? Solo ella podía saberlo. Sin embargo, no parecía que le desagradasen el tacto y la voz de su nuevo acompañante, pues finalmente volvió a descansar la cabecita sobre la almohada y cerró los ojos, respirando hondo con cierto cansancio mientras dejaba que le mimasen la cabeza.

Su cuerpo era cálido contra la mano de Hiro, que podía sentir todavía el débil palpitar del corazón del pokémon y su pausada respiración a medida que este se iba relajando más y más.

Calathea, sin decir nada, descansó su mano en la espalda de H y sonrió en silencio, agradeciéndole lo que estaba haciendo y animándole a que continuase.