Hace mucho que todo aquello que rodeaba a Diamante Blanco había cambiado, no solo para ella, si no para el resto de seres que componían su curiosa y brillante vida. Aquella piedra preciosa había decidido tomarse una disculpa con la humanidad y a modo compensación, tras las batallas ya libradas con anterioridad, comprender las amistades entre humanos y gemas, realizó un tratado de paz entre el planeta Tierra y el planeta Natal. Aquello supuso una alianza, fuerte y armoniosa, jamás conocida antes, basándose en la fuerza de la amistad que nacía entre gemas y humanos.
No solo llegaron tiempos en donde las gemas pudieron incluso explorar el planeta Tierra, viajar a él como un lugar de vacaciones o sencillamente visitar a sus amigos de diferentes lugares de la misma, si no que también supuso para los humanos algunos avances en tecnología gracias a la ayuda de las gemas. Muchos incluso, con los aparatos adecuados, pudieron visitar el planeta Natal; siendo ya algo común o natural que tanto en el planeta Tierra como en el planeta Natal hubiera diversidad de razas.
Todo iba bien, el tratado de paz había sido una de las mejores ideas que Diamante Blanco pudo tener. Sin embargo, algo sospechoso llevaba un tiempo circulando al rededor de la Tierra… Intentaron identificarlo, no solo desde todas las centrales espaciales de la Tierra, sino también desde el planeta Natal; no obstante, ninguno consiguió acercarse un poco a lo que podría ser. Aquella materia que circulaba a sus anchas comenzaba a tomar forma, poco a poco más humanoide, hasta que se desveló ante la Tierra. Arioc llevaba cerca de cinco años observando cada movimiento de la raza humana, y no solo de ellos, si no de los Diamantes que junto con la matriarca del planeta Natal, tomaban decisiones sobre las demás. Su único objetivo, era acabar con la alianza formada entre gemas y humanos; y para ello había juntado todo un ejército de gemas corruptas para ello.
Su comunicado fue breve, regido por un extraño código de honor que permitía a su enemigo prepararse. Sin embargo, aquel ejército atacaría de la forma más cruel, pues no dejaban de ser gemas que podrían quizás pasar desapercibidas ante los demás… Arioc lo tenía todo preparado, al enemigo se le vencería pudriéndolo por dentro.
La situación era grave, y ante la preocupación de todos Diamante Blanco hizo un llamamiento. Era el momento de que la raza humana también se pusiera manos a la obra y entre todos vencer al nuevo mal que los acechaba. Con ello nació Diamante Purpura, como un puente hacía la victoria entre humanos y gemas. Ella lideraría el bando humano; aquellos de puro corazón podrían mantener una gema incrustada en un objeto valioso del cual no desprenderse y con ello comenzar su entrenamiento en las filas de Diamante Purpura. Solo ella era capaz de guiar a la humanidad entre los mundos brillantes de las gemas, solo ella podría mantener esa alianza entre humanos y gemas; puesto que ella se trataba de una humana convertida, en cierto modo, en gema.
¿Podrán humanos y gemas estrechar aún más sus lazos para una victoria?